El agua de mar oxida a Río de Janeiro. Como una colonia Del Valle enclavada en la década de los setenta, así es la ciudad más famosa de Brasil. Se ha llenado de mexicanos a los que, de pronto, les brotó lo nacionalista.
Y es que, a la mitad de la fiebre del mundial -de la cual, parece, el único mexicano digno de hablar es Miguel Herrera…mientras le dure el lustre- el expresidente Lula hizo que nos saliera la defensa mexicana cuando, si nos detenemos un poco, todo es un asunto político.
Lula habló en un evento que tenía ese objetivo y nosotros -desde Brasil o desde Reforma- nos enfundamos en la bandera para aventarnos desde el piso más alto del IBC.
No obstante, con un poco de calma, veremos que Brasil si es mejor en algunos puntos.
Es mejor en vender su marca. Mientras que en México nos esmeramos en demostrar la parte más desastrosa del país, Brasil ha logrado maquillar la inmovilidad que se palpa aquí.
Porque Brasil sí es todo, menos moderno. Sus construcciones son de otra época y lugar. Su estilo taciturno de vida -por lo menos en Río- es más parecido a nuestro país cuando el PRI gobernaba hasta en la jefatura de manzana.
Los autos de última generación no se ven en las avenidas, todas limpias y sin autos estacionados en las aceras -no porque no lo quieran los cariocas, sino por las altas multas que recibirían por ello-. Mc Donald’s palidece ante el poderío de la cadena de hamburgueserías local -Bob’s- y las farmacias tienen un nombre que celebrarían muchos: Pacheco.
De hecho, Río sería el territorio perfecto para el delegado en Benito Juárez en el DF, con protestas artísticas y la posibilidad de que si crecieran se irían lejos, a la ciudad que crearon para que la política esté lejos.
De hecho, esa es una de los grandes aciertos de la sociedad brasileña. El político vive lejos de la sociedad que, harta de su mentira, corrupción, cinismo y falta de vergüenza, los envío a un mundo raro… bonito pero raro, llamado Brasilia.
Y, ante todo, Brasil no cae en la trampa que muchos cayeron en la cobertura mundialista de frivolidad: la miseria. Que haya pobreza y favelas no es noticia ya. Existen desde hace décadas, si no es que siglos.
De la misma forma existían en México para los dos mundiales que se organizaron. No obstante, los periodistas brasileños de entonces entendían la separación y las implicaciones.
No usaron a los pobres como espectáculo de pantalla en la mañana para, en la tarde, salir en fotografías en redes sociales de la mano de tu conductor…en la zona más cara de la ciudad.
Tal vez, ingenuo yo, porque en el ’70 y el ’86 no había redes sociales.
(GONZALO OLIVEROS / @goliveros)