Es un hecho notable que cuatro de los 10 trabajos en la categoría de cobertura del Premio García Márquez de periodismo sean mexicanos o producidos en México: Pablo Ferri, por su reportaje sobre las ejecuciones extrajudiciales en Tlatlaya, publicado en Esquire; el equipo de investigación de Carmen Aristegui, por La casa Blanca de Enrique Peña Nieto; Paris Martínez y el equipo de investigación de Animal Político, por su cobertura sobre la desaparición forzada de normalistas en Guerrero, y Alejandra Sánchez Inzunza, Pablo Ferri y José Luis Pardo, por su extenso trabajo registrando las pequeñas y grandes historias del narco en toda América Latina, que fue merecedor ya del premio Ortega y Gasset.
Normalmente, el periodismo mexicano no ocupaba tantos puestos en este premio. Algo está cambiando. Pero ¿qué?
Línea de investigación uno. Hay una nueva generación de periodistas que se ha globalizado. La mayoría de los periodistas involucrados en el premio es joven, han trabajado fuera del país o están en contacto con otras formas de hacer periodismo. Llama la atención también la presencia española: Pablo Ferri y José Luis Pardo llegaron hace un par de años a México. Alejandra Sánchez se educó en la escuela de periodismo de El País. Además de los nominados, la crisis en España nos ha traído otros periodistas muy buenos y El País ha extendido sus operaciones en México. El trabajo de la casa blanca, por lo demás, se tallereó, en parte, con periodistas de otras latitudes.
Línea de investigación dos. Lo más interesante del periodismo mexicano está pasando fuera de los medios tradicionales. El diarismo en México, como lo practican los grandes medios, nunca ha sido muy bueno. Las redacciones son deficientes, los periodistas tienen que cubrir varias notas en un día, hay poca capacidad de investigación y los reporteros están cansados, por no hablar de la censura y manipulación informativa que se ejerce desde la dirección de algunos periódicos. Casi todos los trabajos fueron publicados en medios que no existían hace cinco años.
Línea de investigación tres. Los editores sí importan. Muchos de los trabajos ganadores fueron acompañados por el arduo trabajo de un editor cuyo nombre no aparece mencionado, pero la gente del medio sabe quiénes son, por ejemplo, Salvador Frausto de El Universal, quien ofreció un espacio contante en su semanario para el extenso trabajo de los Dromómanos, o Mael Vallejo de Esquire, quien convirtió una revista insulsa en un medio vibrante, en lo que duró su gestión.
Finalmente, vale la pena hacer notar que por lo menos tres de los cuatro trabajos nominados ha contribuido fuertemente a modificar la percepción pública del asunto que tratan. En suma, que gracias a estos periodistas estamos mejor informados: hay que felicitarlos.