A veces cuando uno revisa los periódicos da la impresión que más que informarnos sobre lo que sucede, estamos ante el escaparate de nuestra perenne tripolaridad. Mientras para ciertos medios el país va viento en popa, para otros se lo está cargando la chingada y para otros tantos, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.
No es un asunto exclusivo de “los medios”, como acusan ciertos sectores. Sucede en la calle, en la oficina, en la mesa familiar. Estamos acostumbrados a pensar que el país es como nuestra colonia, que como le va a uno les va a todos. Y en esa miope ilusión vivimos hasta que un día nos alcanza el país que no queremos ver.
Pero ese país vale madres, parece decirnos el puesto de periódicos cada mañana. Ese país no importa, grita la televisión mientras hacemos zapping por los canales de noticias. Lo que importa es qué país quieres mirar. “Personaliza tu país”. Y luego, a partir de escoger el México en el que quieres vivir deberás actuar en consecuencia. Si crees que vives en el país al que la calificadora Moodys puso palomita y celebras las reformas del presidente porque modernizan a la nación, deberás comprar ciertos periódicos y acudir a ciertos medios “confiables” para mantenerte amablemente informado del país en el que tú crees que vives y abstenerte de ir a lugares que te hagan tragarte tu percepción.
Si por el contrario eres de los que piensan que las reformas del gobierno van a degradar las condiciones de vida de los mexicanos y no estás de acuerdo con la forma en que la corrupción y la impunidad sigue imperando a todos los niveles, mientras el gobierno federal organiza sainetes y el senado, banquetes, deberás también buscar los medios afines a tu percepción del país y buscar sobre todo a tus afines a ras de suelo ya que no solo tendrás que resistir el ataque de quienes no piensan como tú, sino la mezquindad de la izquierda mexicana.
Lo que resulta francamente extraño es encontrar miradas que trasciendan el blanco y negro, el maniqueísmo de una historia contada a partir de héroes y villanos, buenos y malos. No es fácil aprehender la compleja diversidad de lo que sucede en México, pero tendríamos que hacer por lo menos el intento y no vivir en una “idea personalizada de país”.
Lo que pensemos sobre la realidad mexicana probablemente no va a cambiar esa realidad. Pero pensar que las cosas marchan bien porque a unos cuantos les va bien es un acto de dolorosa ignorancia. Está bien que cada cabeza sea un país, pero hay que mirar más allá de su nariz.
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