La buena:
En la Ciudad de México se registraron 145 aspirantes a candidatos independientes. La mayoría va por una curul en la Asamblea Legislativa; los menos buscan ser delegados.
La mala:
Alcanzar una de estas candidaturas independiente es casi imposible.
Al menos esto le entendí a Mario Arriagada (@marriagad), un joven editor que quiere ser delegado de la Cuauhtémoc y a quien me encontré hace un par de días en la Plaza Río de Janeiro. Mario recolectaba firmas para ser candidato. Necesita el 2 % del padrón en la Cuauhtémoc; o sea, nueve mil.
“La primera trampa fue la propia convocatoria”, me dijo Mario de entrada. “Te daban siete días hábiles para cumplir con todos los requisitos, pero tan solo para el certificado de residencia, que tramitas en la delegación, te llevas once días hábiles. Nos quejamos y el Consejo General del IEDF tuvo que recular; aceptó una copia de que el trámite estaba en proceso”.
—¿Y cuántas firmas llevas?
—Muy pocas, la verdad. Nos dieron todo enero para juntarlas, pero la primera semana fue perdida —dijo y yo saqué cuentas: hoy, Mario tendría que juntar casi 900 firmas por día si quiere aparecer en la boleta—. Pero el tiempo no es lo peor. Lo peor son las fotocopias de la credencial de elector. La gente no suele darte su credencial, desconfía porque vienen sus datos personales y porque los partidos han corrompido su uso. Y aquí hay otra trampa: no podemos hablar de nuestras propuestas porque se toma como acto de campaña. ¿Vamos a convencer a la gente nomás por nuestra cara?
Mario me habló de otros obstáculos (la falta de recursos y de spots, y el tope de 130 mil pesos para su campaña, si es que logran ser candidatos). Entonces me quedó claro que 1) por desgracia, en las próximas elecciones veremos a los mismos de siempre; y 2) que de esta primera generación de aspirantes independientes aprenderemos de los errores para que en 2018, entonces sí, podamos arrebatarles el poder a los partidos, vía las urnas.
Quién sabe si Mario juntará las nueve mil firmas, pero yo le he firmado porque es darnos una oportunidad, porque —aun cuando apenas hablé un rato con él—, parece tener buenas intenciones, porque es la venganza contra los grupos que tienen secuestrado el poder, y porque estoy harto de tipos que solo andan a la caza de otro hueso que morder. Le firmé a Mario porque los políticos de ahora se ganan la candidatura solo por comprometerse a entregar un buen pedazo de sueldo al partido, a la corriente o a quien los apadrina. Le firmé porque creo en la organización de la gente, porque estos chapulines merecen una lección de la sociedad, porque ningún político entendió nuestra rabia que originó Ayotzinapa, porque en la Cuauhtémoc no quiero más Bejaranos o más Monreales que negocian con las mafias de la ciudad, y firmé porque, después de todo, no tengo nada qué perder.
( Alejandro Almazán)