Quizá te has preguntado qué diablos es esa estructura que está en medio del Parque España, con una escalinata que conduce a una plancha de concreto y unas como columnas que se levantan e inclinan ligeramente hacia el sur de la ciudad. De alguna extraña manera parece una mano. ¡Y lo es! Se trata de un homenaje escultórico-arquitectónico al presidente Lázaro Cárdenas.
En 1972, dos años después de la muerte del general, parte de la comunidad de exiliados convocó a un concurso para crear esta pieza de arte público para agradecer al ex presidente Cárdenas, quien los recibió en México sin hacerles caras ni groserías (lástima que los migrantes centroamericanos actuales no puedan decir lo mismo) mientras huían de la Guerra Civil, entre 1936 y 1939. El proyecto fue asignado a los Azorín, una familia de arquitectos.
En 1939 llegó Francisco Azorín Izquierdo, cuyo segundo apellido coincidía con el activismo político que el fascismo perseguía. Lo acompañaba su pequeño hijo Ángel Azorín Poch, que más adelante estudió arquitectura en la UNAM. Para cuando se levantó la obra, ya figuraba Telmo Azorín, la tercera generación que también le entró al diseño y ejecución de la manota, que se completó e inauguró en 1974.
Se colocó, dónde más, en el Parque España, que ya se llamaba así, y que fue inaugurada en 1921 como parte de los festejos del centenario de la consumación de la Independencia.
Dato curioso, desconocido y muy bonito: el monumento tiene una piedra de cada una de las provincias de España. Que no se enteren los fans del futbol ibérico porque van a querer venir aquí a celebrar su “sangre de la Madre Patria” cada vez que gane su equipo.
La verdad es que, a diferencia de otros monumentos que nada más son para contemplarse pasivamente, este es muy funcional para el humano (y sus perros, en caso de andarlos paseando). Uno puede subirse a la palma y echarse a la sombra mientras sueña con educación socialista, soberanía sobre los recursos naturales y unión entre las naciones, como lo hubiera querido el General.