Chilangos que comen palomitas viendo una necia carnicería mediática, mientras una mujer valiente se defiende.
Se estrena este documental y las cejas se levantan. ¿Es la versión de la insolente Kate, esa criminal actriz a la que persigue la PGR por ser íntima del Chapo? ¿La que dicen que quedó embarazada del Capo? ¿La que se acostó con Sean Penn? ¿La que le lava el dinero a los narcos? ¿La que chatea cariñosamente con el criminal más buscado del mundo? Sí, esa Kate que en el documental se dedica a despejar esos adjetivos, a defenderse de los estigmas mediáticos y a pelear contra los presuntos delitos que le han achacado por meses. Una mujer se defiende y no se deja. El documental es la versión de Kate y sus amigos sobre su relación con el Chapo. Kate del Castillo hace catarsis y explica por qué tomó la decisión (cuasi telenovelesca) de reunirse con uno de los operadores del cártel más sangriento y millonario de los últimos años, el de Sinaloa. Una decisión que se convirtió en una bola de nieve que creció entre la sierra de Sinaloa donde el Capo enamorado la citó. Una bola de nieve incontrolable que la aplastó por meses y que puso en riesgo real su vida y la de su familia. Kate haciendo un Kate. Se burló del abismo, jugó a asomarse sin prudencia: Cuando conocí al Chapo: la historia de Kate del Castillo (25/7 Productions y Kate del Castillo Productions, 2017).
Véanlo. No me clavaré más que en algunos puntos del documental entregado en tres capítulos. Me interesa el machismo del que fue víctima Kate. Sí, yo soy de los que está convencido de que, en esto que llamamos impartición de justicia a la mexicana, se inclinó para joder a una pinche vieja que se atrevió a burlarse del gobierno mexicano de Enrique Peña Nieto y los suyos, reuniéndose con el que se les había escapado varias veces para obtener los derechos para contar la vida del famoso capo.
No sé si el traidor, ególatra y astuto Sean Penn —que, como periodista, es un mal actor de periodistas— abusó de la confianza de Kate, no estoy convencido de eso. Creo que Kate se apendejó, como nos apendejamos todos. Penn le prometió producir una película cuando lo que tenía en mente era una (insignificante) entrevista para un artículo (muy malo, por cierto) publicado en Rolling Stone que, sin las gestiones de Kate y los deseos de brillar del Chapo, pierde mérito y valor periodístico. La revelación del mito no se la debemos a Penn, sino a la bola de nieve que aplastó a todos involucrados, incluido el Chapo que hoy está encerrado sin poder hablar ni ver a nadie en una cárcel de Nueva York (su peor pesadilla). Veo a una Kate víctima de una carnicería mediática sin precedentes. Esa mujer que osó acostarse con quien quiso (confiesa que lo hizo con Penn y no con el Chapo, carnita y huesito para la prensa farandulera y de peor calidad en México) no merece respeto. ¿Cómo se le ocurre creer que puede contar la historia sobre la violencia como ella quiere? ¿Que no sabe lo que le pasa a los periodistas asesinados por decir lo que en verdad pasa en los estados gobernados por el narco? Kate manoseó la carroña que degustaban ambos gobiernos. Antes había dicho en una serie de tuits que creía más en el Chapo que en el gobierno de Peña Nieto (además, Kate en esa serie de tuits ingenuos y bastante ridículos —estaba bebiendo vino tinto mientras los escribía— le pide traficar con el amor y no con drogas y muerte).
De esto hablan y analizan periodistas y especialistas respetables como Sabina Berman, Lydia Cacho, Froylán Enciso, Jorge Castañeda, Epigmenio Ibarra, John Ackermann y otros que van desde ellos hasta… Don Francisco. Sí, porque al final del cuento, Netflix sabe que hay que entretener. Y Kate también lo sabe: hay que contar crudezas que entretengan.
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