Conforme avanzan las indagatorias del rebuscado asunto de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, avanza también las especulaciones callejeras sobre lo que les sucedió.
Desde la versión sencilla de que el presidente municipal dio una orden que no llegaran al un evento a como diera lugar hasta las recientes versiones de que entre los normalistas habían integrantes de un grupo criminal –Los Rojos- que antagoniza con Guerrero Unidos.
En medio hay de todo: versiones de batallas entre ERPI (Ejercito Revolucionario de Pueblo Independiente) y grupos criminales de la zona, un berrinche desmedido de la esposa del presidente municipal y pariente en todos los niveles de narcos (su padre preso, sus hermanos abatidos con el cartel del los Beltrán Leyva) en fin.
Versiones por doquier, leyendas y dudas es lo que enreda y complica este doloroso y escandaloso caso.
Sin embargo, frente a todo esto hay un comentario que cada vez escucho más y que podría convertirse en un mantra social extremadamente peligroso: los chavos en algo andaban, en algún mal paso. Casi, casi se lo merecían.
Este juicio que deriva del supuesto de que estos ‘revoltosos’ andaban por la vida metidos con los carteles o con los guerrilleros o al menos con grupos radicalizados que sabotean eventos, vías de comunicación y que con un poco de turba hasta asaltan sistemáticamente almacenes y tiendas de servicio.
Dolorosamente la idea se asienta; los ejecutados, desaparecidos y asesinados en estos últimos años son, por lo general, delincuentes metidos en malas obras y que lo que les sucede es por ‘malandros’, y se empieza a consolidar el prejuicio en múltiples niveles de nuestra sociedad.
Y el problema de este tipo de percepción es que abona, justamente, en el peor lugar de nuestra incipiente justicia: la impunidad.
Es decir, anida en el fondo la idea de que sí se es delincuente, radical o desmadroso por tanto es entendible que sea desaparecido o asesinado. Esto es: se lo ganó.
Después de esta idea elemental se desencadena el supuesto de que las fuerzas del orden, de cualquier nivel, cuentan con un cheque en blanco para ejecutar a los bandidos en flagrancia.
Estos cheques en blanco no son nada mas que resultado de una sociedad que lleva años bajo el yugo de la violencia, del crimen, de la impunidad de la mala impartición de justicia.
Pero estos cheques en blanco olvidan un elemento central en una nación civilizada: todos tenemos derechos, los criminales deben ser arrestados, los narcotraficantes también, los que violen las ley también, los guerrilleros también: arrestados, consignados y juzgados. No ejecutados por quienes suponen que tienen la justicia en sus manos.
La vida de nadie puede darse en un cheque en blanco. Nunca.
(LUCIANO PASCOE / @lucianopascoe)