Cineteca, my love

Opinión

Conocí la Cineteca Nacional de niña, pero me enamoré de ella en la universidad. En primer semestre, mi profesora de Historia era Guadalupe Ferrer Andrade, en aquella época directora de dicha institución, y nos dejaba de tarea ir a ver películas a las que entrábamos gratis por ser sus alumnos.

Inmediatamente quedé enganchada de la experiencia. No de entrar gratis, sino de ir a un cine en donde lo importante era ver la película. La Cineteca no abría los lunes, pero los demás días de la semana tenía funciones a partir del mediodía, así que empecé a entrar a sus salas casi tanto como a los salones de clase de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, con mis compañeros o sin ellos.

Me acostumbré a comprar un boleto para la función que estuviera a punto de comenzar, fuera quien fuera el director e incluso sin haber leído antes la reseña. Se trataba simplemente de dejar que me contaran una historia y conocer el mundo desde la comodidad de una butaca. A veces también se trataba de ver de lejos a Jordi Soler, el locutor de Rock 101 con el que tenía un crush porque en su programa hablaba de cine con su amigo El flaco.

Después de que Rojkind Arquitectos remodelara las instalaciones, a la Cineteca se puede ir a comer, beber, comprar objetos coleccionables o libros, escuchar conciertos, tirarte en el pasto… sin embargo, su cartelera sigue siendo el principal atractivo para lanzarse a Xoco: hasta la peor peli que veas te deja algo y es mejor que muchas de las que proyectan en otros lados.

En mis últimas visitas, por ejemplo, he visto que la muerte de una madre puede ser insuperable (Dolor y gloria), los desafíos del porno gay (La daga en el corazón), los sacrificios que puede implicar dedicarte a lo que te gusta (El artista anónimo), el sentido de pertenencia en los jóvenes (El misterio de Silver Lake), la desesperanza frente al desempleo (El peral silvestre) y cómo llega el momento en que lo que toca es cuidar a los padres (La casa junto al mar). Así que, alegre o triste, sola o acompañada, nunca falto a mi cita con la Cineteca porque siempre, siempre, siempre, me la paso bien.

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