Resulta paradójico, si no abiertamente contradictorio, que dedique esta columna a pensar si la Ciudad de México es el nuevo Berlín, en lo que a producción artística se refiere porque, justo hace dos o tres entregas, la comparación que proponía era la de Ciudad de México como la nueva Toluca, por el inminente regreso del PRI y sus prácticas políticas importadas del Estado de México.
Pero esta comparación del DF con Berlín no se me ocurrió a mi. De hecho, es un run run que ronda el mundo del arte contemporáneo. Hace poco, The New York Times le dedicó un artículo a pensar en esta comparación. La nota causó un pequeño escándalo, pues obligaba al lector a preguntarse qué ciudad había visto el periodista.
Mañana, sin embargo, en el marco de una multitud de eventos relacionados con el arte que están teniendo lugar esta semana, habrá unas pláticas sobre este tema dentro de una nueva feria de arte llamado Material Art Fair, que tiene lugar en el hotel Hilton Reforma, de la Alameda. El título de las conversaciones es emblemático: 20 millones de mexicanos no pueden estar equivocados. No se refiere a la campaña de la cervecería Modelo de los años cuarenta, ni a la decisión de 20 millones de personas de vivir en la zona metropolitana, sino a una exposición que curó el crítico de arte Cuauhtémoc Medina en 2002 en la South Gallery de Londres. ¿Fue Medina profético?
De hecho, los conferencistas toman la trayectoria del propio Medina como una metáfora de lo que le ha pasado al arte mexicano en general: consagrado en Europa por su capacidad de organizar grandes exposiciones como Manifesta, director del Museo de Arte Contemporáneo, una de las más prominentes instituciones de arte en México. ¿El papel de Medina en la escena de arte internacional es un espejo de lo que le ha sucedido a la ciudad de México? ¿Hemos superado nuestros complejos post-coloniales para convertirnos en un jugador clave en el mundo del arte?
Estos días he estado metido en los eventos de la feria de arte Zona Maco, y no es difícil mirar este punto también en las carreras de la Galería Kurimanzutto, por ejemplo; o en la del artista Damián Ortega; en la apertura del nuevo edificio de la Fundación Colección Jumex, en la Colonia Ampliación Granada, o en el propio destino de Zona Maco, que está cumpliendo 11 años y suscita un genuino interés internacional.
O ¿todo esto en un engaño pasajero, un producto cultural hábilmente confeccionado? He estado en las fiestas de Zona Maco, he escuchado a la gente hablar de sus colecciones y riquezas, y no es muy difícil mirar todo esto como una burbuja, que sucede casi de manera independiente en un país donde las autodefensas toman la justicia por mano propia.
Así que ¿somos ya el nuevo Berlín, o la próxima Ruanda?
(GUILLERMO OSORNO / @guillermosorno)