Necios que no saben que mandan. Necios que mandan a la mala
No nos ha caído el veinte de que nosotros somos los jefes. Los patrones somos los ciudadanos, mismos que, curiosamente, recibimos limosnas a cambio de un voto que luego vuelve millonario a quien gana la elección.
Es absurdo que, en México, los ciudadanos, con sus impuestos, financien millonarias elecciones para seguir estando jodidos.
Basta ver cómo los partidos y sus cúpulas se sienten los dueños del negocio cuando son unos mantenidos que, al amparo de las elecciones, perpetúan sus negocios. Y perdón pero de eso los votantes tenemos toda la culpa. Creemos que son ellos los que mandan por andar bien vestidos, por portar escoltas, por andar en camionetas de lujo y por despachar en oficinas lejanas y pomposas. ¡Cuando somos nosotros los que les pagamos todo eso y más! ¿Entonces quién manda? Nosotros, pero no lo acabamos de entender, no lo queremos creer, no lo sabemos, por increíble que parezca.
Los mexicanos financian campañas de personas que con nuestro dinero buscan convencernos (a la buena y a la mala) de que ellos tienen que legislar o gobernarnos. ¡Y nosotros jugamos su juego! Imaginen qué sería de partidos políticos sin un centavo de nuestro presupuesto. ¡Serían nada! Y tal vez el nivel de sus candidatos subiría sustancialmente si de convencernos de ser los mejores se tratara. Pero están tan confiados de que somos una llave millonaria que nunca se cierra, que nunca pide cuentas y que no es capaz de comprender el poder que tiene que por ellos abusan de nosotros. Los mexicanos somos eternos aguantadores. Por eso es importante comprender que el próximo domingo vamos a darles (o no) el privilegio de gobernarnos. Sí, el privilegio de ser funcionarios públicos es de ellos, no de nosotros, como en el fondo parece que nos quieren hacer creer.
Por eso es inaceptable que con nuestro dinero (¡vean nomás la ironía!) nos quieran comprar el voto. Con nuestro dinero nos amenazan para votar por ellos. Por eso, en principio, hay que denunciar esas prácticas; aunque hay quienes proponen seguir su juego, recibir el dinero y luego votar por quien uno quiera, aunque no siempre es fácil.
Por eso, este 1 de julio es la oportunidad para castigar a los que han sido aprovechados, a los saqueadores y a quienes no merecen administrar nuestro patrimonio público, como lo han demostrado en el pasado.
No importa que se cambien de playera: salvo excepciones, no merecen seguir mamando de nuestro dinero. Los jefes somos nosotros, es momento de voltear las cosas y de no creer la ilusión de superioridad con la que durante mucho tiempo nos han volteado a ver desde sus cotos de poder.
Cuando nos enteremos, nos creamos y entendamos que somos nosotros los patrones y ellos los servidores públicos, entonces dejaremos de permitir que nuestros empleados nos engañen, nos roben o abusen de nosotros. Es muy simple. Más simple de lo que creemos.