Necios que ignoran sus deficiencias en el servicio público. Necios que quieren mejorar su servicio público
Un hombre en silla de ruedas se presentó en las oficinas del alcalde de Cuauhtémoc, en Chihuahua. Iba con lentes oscuros cubriendo lo que parecía una visión disminuida y en el rostro llevaba una gasa de las que se usan en curaciones. El hombre encorvado cubría sus piernas con una cobija. Llegó para pedir apoyo del gobierno municipal argumentando vulnerabilidad por ser indigente, tener discapacidad y vivir en pobreza. Los “servidores públicos” lo atendieron brevemente: lo hicieron esperar y luego fue ignorado. Nadie lo atendió después. Ni un vasito de agua le ofrecieron y más bien lo despreciaron como muchos “servidores públicos” desprecian a los ciudadanos que, para ser claros, son sus patrones porque pagan sus sueldos para administrar el patrimonio público. Al hombre que fue a pedir ayuda del Estado lo despreciaron por su apariencia: pobre, tono de piel oscura, en silla de ruedas, sin recomendación de algún influyente o notable chihuahuense. Lo que ocurre todo el tiempo en la impune República de mexicanos discriminadores y discriminados.
Pero este no era el típico caso de desprecio a los sin nombre, a los sin influencias, a los sin derechos ni exigencias.
Entonces, ocurrió lo que nadie esperaba: el hombre se levantó enfurecido de su silla de ruedas. Sí, se levantó, y no se trataba de ningún milagro. Aventó la cobija, se arrancó la gasa de la cara, se quitó los lentes oscuros y sus ojos enrojecidos del coraje atravesaron la oficina de “Desarrollo Social” en Cuauhtémoc, Chihuahua. Atónitos, los trabajadores de la oficina se dieron cuenta de que el hombre del disfraz era el alcalde.
Carlos Tena se llama el creativo que, muy a su manera, imitó lo que otros políticos en el mundo hacen para darse cuenta de las fallas en su administración con el personal a cargo. Tena se disfrazó para descubrir cómo tratan verdaderamente a los ciudadanos. El alcalde no se conformó con el canto de las sirenas de sus colaboradores. Poco sabemos de Tena, pero parece un político audaz. Dice que le leyó la cartilla a todos sus colaboradores y les advirtió que no permitiría que se trate así a su gente.
¿Qué pasaría si una madrugada la jefa de Gobierno se disfraza de una madre cuya hija recibió una bala perdida en el ojo y acude a pedir ayuda a un hospital, tal como le ocurrió a una madre iztapalapense el sábado en la madrugada? No la atenderían, porque no hay personal especializado en la clínica, tal como se lo hicieron saber en realidad a esa madre chilanga. ¿Qué pasaría si un secretario de Estado, un gobernador o un legislador se disfraza de mujer y va a un MP a levantar una denuncia por violencia familiar? ¿Qué pasaría en la vida de los que empoderamos como servidores públicos si se disfrazan de los más jodidos y piden un servicio público, si se ponen en los zapatos de los dolores de los demás? Se darían cuenta de que los siguientes en ser despreciados pueden ser ellos.