Necios que odian a los migrantes. Necios que imitan a los que odian a los migrantes
Qué bonita es la amistad, ¿a poco no? Piensen en la que tenemos con Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos de Siempre. Según el gobierno federal, hay “una sagrada amistad” con el gobierno gringo que es de una tradición desde hace años, —AMLO dixit—. Sí, aunque no lo crean, somos amigos de Trump y Trump lo es nuestro. Supongo que porque nos gusta la mala vida.
Es en serio: según nuestro presidente, tenemos una relación de amistad “sagrada” con Estados Unidos.
Será por esa amistad que, hace unos días, en un tribunal del noveno distrito de San Francisco, en California, nuestra querida y amistosa administración Trump acudió para argumentar que los niños migrantes retenidos en la frontera de Estados Unidos y México no requieren productos de higiene básicos como jabón y cepillos de dientes para estar en condiciones “seguras e higiénicas”. Grandes amigos, ¿no?
El equipo de Trump también dijo que exigir que los menores duerman en pisos de concreto frío en celdas atestadas con bajas temperaturas, cubiertos con una manta de papel de aluminio, cumplía de manera similar el requisito de una instalación segura e higiénica. ¿A poco no es adorable nuestro amigo?
Por algo este gobierno lo respeta tanto: no importa que traten así a los migrantes centroamericanos y mexicanos. Al fin y al cabo, este gobierno ya hace lo mismo que nuestro amigo: nosotros tratamos igual a los migrantes que llegan a México. Eso nos ordenó Trump y eso obedecimos.
En resumen: no hay migrante que valga un arancel, ese arancel que nos quería dejar ir nuestro amigo Trump. Qué chulo, ¿no?
Cómo olvidar el honor que le hicimos a esa amistad cuando, en agosto de 2016, Donald Trump nos visitó en calidad de candidato republicano cuando iba en desventaja frente a Hillary Clinton. Entonces lo recibimos como Jefe de Estado y ganó la elección, a pesar de todo lo que nos dijo como xenófobo en contra de los mexicanos, como racista en contra de los paisanos, como clasista en contra de nuestros pueblos.
Hoy, nuestro amigo quiere ganar su reelección y nos ha presentado como un gran aliado que sabe obedecer cuando nos ordena desplegar la Guardia Nacional contra los migrantes centroamericanos. Y eso lo presume en campaña, ese chantaje le da puntos con su electorado, esa amenaza lo catapulta. Y lo peor: estamos pensando en recibirlo aquí para tratarlo como amigo, aunque cuando regrese siga propagando el odio y las extorsiones contra nosotros. Qué chulo, ¿no? Lo dicho en columnas pasadas: para nuestro “sagrado amigo” Trump, somos un gran perro policía migratorio para cuidar el patio trasero.