Necios que no entienden el momento. Necios que hacen negocio del momento
Son 47 carros delante del mío.
Es una gasolinería en el Eje 10 Sur. Una mujer se acerca a ofrecerme tacos de canasta: habrá desabasto de gasolina en la CDMX, pero que nunca falten estos manjares porque entonces yo mismo encabezo una revolución contra el mal gobierno. Eructo placer y reviso en el espejo que no me haya quedado un cilantrazo traidor en los dientes. Han pasado 35 minutos, 21 coches delante de mí. Parece que la fila que estoy haciendo es menos peor que las que han hecho en días pasados otros paisanos: hasta 17 horas.
Yo ya llevo 49 minutos cuando leo en Twitter que, en Morelia, Michoacán, un tuitero promueve una idea muy sensata: ante la crisis, no entremos en pánico y si nos organizamos cargamos todos. Pienso: si durante años miles han hecho realidad la máxima “si nos organizamos robamos todos”, ¿por qué no organizarnos para enfrentar a los malandros?
La fila comienza a avanzar con mayor velocidad. Pero mientras yo me distraía viendo Twitter, el coche de adelante aceleró y no me di cuenta. Tal vez tardé 12 segundos en verlo, así que meto primera para avanzar, pero algo me lo impidió y no era el tanque vacío, sino un taxista con el tanque lleno de gandallismo. Me ganó el lugar, se metió a la fila. Pensé: pinche culero, por qué un gandalla así ignora que todos estamos pasando por lo mismo y abusa. Me estaciono atrás de él y decido preguntarle por qué tan culero en tiempos en que no debiéramos serlo. Me bajo del coche y, unos pasos antes de llegar a preguntarle, el conductor de un auto atrás de mí me rebasa y, sin mediar palabra golpea, con un bastón de volante el retrovisor derecho del taxi: “¿Qué te pasa, hijo de tu puta madre? ¿No estás viendo la fila?”. Yo recordé los videos que en redes sociales se compartieron de gente agarrándose a golpes por gandallas que burlaban la fila y pensé que vería algo igual. Pero no, el taxista, pálido como huevo, salió de la fila. El conductor del coche detrás mío alcanzó a darle otro golpe a la cajuela del taxi. Regreso a mi coche sorprendido. Esta fila pende de un hilo. Todos están encabronados, pero el enojo, creo, no es exclusivo del desabasto, porque hay quien cree que es por un bien común: terminar con los huachiculeros que nos trajeron esto. De hecho, la mayoría apoya la decisión de combatir así este tipo de crímenes.
“Esta fila pende de un hilo. Todos están encabronados, pero el enojo, creo, no es exclusivo del desabasto”
Avanzo y, faltando 11 coches, se me acerca una despachadora y me dice: “Solo 15 litros por auto”. Le digo que quiero tanque lleno, y me responde preguntando si pagaré en efectivo: “Es que te puedo vender a $27 el litro de Magna y a $31 el de Premium si me pagas en efectivo y sin pedir factura”. No le vi caso discutir sobre la corrupción que esta mujer promueve, esa misma que en el fondo nos tiene a todos haciendo esta fila.
Reviso Twitter y un moreliano propone cargar gasolina en Michoacán por turnos, dependiendo de la terminación de las placas. Pienso que allá hay más sensatez que aquí. Acambay, en el Estado de México, es noticia por robo de combustible; es ejemplo de que hay mexicanos que quieren su huachicocol. El Gobierno de la CDMX propone cargar gasolina de manera escalonada. Las filas se acortan y la gente exige que todo esto valga la pena. Al gobierno no le queda más que dar con los responsables y terminar con el huachicol. ¿Lo logrará? ¿Estará a la altura de la cooperación y sacrificio de los mexicanos en estas filas?