Necios retratados en la esquizofrenia de un mural chilango.
Somos una ciudad bipolar y merecemos un homenaje. La mano izquierda hace algo que nunca imaginó la derecha. Sonreímos por la mañana y por la tarde no controlamos nuestro odio. El caos nos hace añicos y luego nos rescata.
Si pintáramos un mural de la diversidad de personalidades chilangas, propondría integrar a la obra la solidaridad que demostramos después del terremoto reciente; pero también pediría ilustrar a los que van a un bar donde se explota sexualmente a las migrantes que querían llegar a EU pero que fueron secuestradas en esta ciudad. Un ojo observa entre lágrimas nuestra solidaridad y ayuda, pero el otro lo cerramos cuando de abusar de alguien se trata.
En otra escena recrearía un rescate milagroso de alguien que volvió a nacer de entre los escombros y de entre las manos de sus rescatistas; aunque también ilustraría el caso del tipo que robó de entre escombros la cartera de una chica que murió aplastada durante el sismo, aquel ladrón sin rostro fue a gastarse 24 mil pesos en ropa y electrodomésticos el fin de semana después de la tragedia. Qué huevos. Somos todo y somos nada. Somos los que imaginamos y los que no concebimos.
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Un día somos los más bondadosos, pero luego alguien eclipsa la bondad con vileza. No importa si hay emergencia: los políticos se aprovechan, los rateros asaltan en el tráfico, las inmobiliarias huyen. Lo bueno nos dura poquito: un gol, un aplauso, una ayuda…
Los días después del terremoto no reparamos en darlo todo y más. Ayudamos, fuimos, venimos, dimos y empaquetamos. Pasaron los días y nos damos cuenta que nos faltó administrar la energía y el amor, porque Oaxaca sigue destruido, Morelos sigue sin techo y Chiapas ya se acabó lo que le mandamos. Falta más y ya nadie lo da. Aún no reconstruyen y hay mucho dinero repartido en varias manos.
Nos falta administrar nuestra solidaridad y la bondad, la conmiseración y el respeto por el otro para que nos duren siempre.
Por eso incluiría en ese mural esas escenas y las que me faltan: los desplazados, los sin casa, los que comparten su casa, los sin agua, los olvidados durante décadas que apenas recordamos con las crisis, los empresarios que multiplican el dinero para los que lo necesitan, los que dan de comer sin cobrar… El homenaje es para recordarnos lo chingones que somos y lo culeros que solemos ser.