Necios que no aprenden. Necios que quieren dar cátedra de política y que no se dan cuenta de la soga que se amarraron al cuello
Los mexicanos hacemos de la contradicción un deporte. Si hubiera juegos olímpicos de la contradicción, ganaríamos medalla de oro. Y no porque seamos el pueblo más contradictorio del mundo, sino porque pagaríamos una buena mordida para aparecer en el podio con el oro en el cuello. Sí, somos contradictorios y corruptos. Y miren que no estoy pecando de monotemático; sé que llevo varias columnas hablando de cómo nos fascina la corrupción, pero es que somos repetitivos: nos encanta corromper y ser corrompidos.
Si es verdad que la clase política no es más que el reflejo de las sociedades que administra, representa o gobierna, entonces todos llevamos un Bartlett dentro. O pónganle el apellido que quieran, el que escogí tiene que ver con la discusión pública de estos días.
Manuel Bartlett quien, como todos ya saben (y si no, aquí les dejo esto de Sir Vicente Leñero: bit.ly/2MgS625), fue un destacado funcionario público del siglo pasado que revivió políticamente en el que está en curso. Es un personaje acusado de ser represor y enemigo de la libertad de expresión. También hay quien lo ha acusado de robar elecciones y hasta quien lo acusa de asesino. No hay juez que lo haya sentenciado. Él, un priista de los más priistas, abandonó el partido y se volvió amigo público de Cuauhtémoc Cárdenas, a quien ha acompañado en varias luchas políticas, aun después de un supuesto distanciamiento cuando el fundador del PRD acusó fraude en 1988 por la caída del sistema a favor de Carlos Salinas, ganador de una marrana elección, con compra de votos, embarazo de urnas, ratón loco, carrusel y manipulación de los resultados, todo ante la vista del mismo Bartlett, quien era el encargado de organizar las elecciones.
Hoy el político, ahora senador del PT, es la propuesta para encabezar la Comisión Federal de Electricidad, como un reconocimiento a su oposición a la reforma energética, según el próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
¿Cómo un personaje así de cuestionado puede estar en el gabinete del gobierno que promete acabar con la corrupción? ¿Contradictorio? Sí, contradictorio: o sea, mexicano. Es tal el carnaval de corrupción entre los mexicanos de la clase política y los que no pertenecemos a ella, que vemos por un lado y otro cómo violamos las reglas de tránsito, dejamos de pagar el recibo de luz para que luego nos perdonen el pago (vean lo que quieren hacer en Tabasco), observamos impunidad en los feminicidios, en los infanticidios diarios, en el asesinato de periodistas, en un país donde las desapariciones de personas ya no impresionan como antes, donde la indolencia por los crímenes de odio o por los saqueos millonarios ya no se arreglan en los tribunales, sino en las oficinas de los políticos… Por eso, nombrar a Bartlett en la CFE es una raya más al tigre, ese que amenazaban con soltar. Pero nunca he visto a un tigre que se asuste frente a otro tigre.
Si el “pueblo”, como nos llaman, camina como tigre, también corrompe como tigre, es indolente cual tigre, olvida como tigre e ignora la impunidad como tigre. Y por eso no hay tigre que lo asuste. ¿Contradictorio? No, mexicano. Hasta que dejemos de pensar igual y actuemos diferente, no habrá nombramiento impuesto en la escena pública. Entonces una raya no será una raya más, será la raya que todos noten, que todos vean, que condenen, que detengan, que deba ser eliminada, porque más rayas no serán permitidas, porque habrá consecuencias y memoria.
“Nombrar a Bartlett en la CFE es una raya más al tigre, ese que amenazaban con soltar”