Como para muchos la “cuesta de enero” se ve empinada, quiero compartir esta técnica que ahorra dinero y espacio
Vivimos en una era de consumo donde el precio de un artículo rara vez refleja su verdadero costo o valor. Los números de la etiqueta no son los únicos que importan al gastar. Al comprar, mi enfoque personal y el recomendado para mis clientes se centra en el “costo por uso”, un atajo mental o una heurística que guía mis decisiones sobre compras no perecederas, como ropa, vehículos, herramientas y servicios. Me pregunto: ¿cuánto costará cada uso si divido el precio total por su número esperado de usos?
¿El método? Poner énfasis en la durabilidad. Los artículos duraderos y reparables pueden tener un costo inicial más alto, pero a largo plazo suelen ser más económicos que aquellos que requieren reemplazo frecuente. Tomemos como ejemplo calcetines de lana de alta calidad. Aunque su precio es superior al de los calcetines comunes, su durabilidad, comodidad y garantía de por vida los convierten en una inversión inteligente. Si desglosamos el costo por uso, los de mejor calidad resultan ser más económicos con el tiempo.
Este enfoque también nos ahorra el inconveniente de reemplazar constantemente los productos y nos ayuda a valorar nuestro tiempo, además de contribuir a la reducción de residuos. No todos los productos con un bajo costo por uso son caros inicialmente; muchos son asequibles y duraderos.
Este concepto se extiende a servicios como membresías de gimnasios o suscripciones de streaming. Evalúo la durabilidad de un producto con preguntas sobre su utilidad futura, calidad de los materiales, estilo, capacidad de reparación, y disponibilidad de partes reemplazables y estándar:
¿Será tan útil para mí en el futuro como lo es ahora?
¿Está hecho de materiales duraderos?
¿Tiene un estilo y estética atemporal?
¿Envejece bien, se desgasta bien, crea una pátina?
¿Retiene su valor de reventa? ¿Querría alguien más poseerlo?
¿Se puede desmontar y reparar?
¿Tiene piezas reemplazables y fáciles de adquirir?
¿Se puede alimentar con un enchufe estándar o baterías reemplazables?
¿Se puede modificar y actualizar?
¿Ha existido el fabricante al menos tanto tiempo como espero mantener el producto?
¿Puede realizar muchas tareas o solo una?
¿Tiene garantía?
¿Depende de otros productos o tecnologías que no son duraderas?
No es necesario que un artículo cumpla con todos estos criterios, pero doy prioridad a los que satisfacen varios de ellos.
Para tomar decisiones de compra basadas en el costo por uso, intenta prever la frecuencia con la que usarás el producto, lo que ayuda a establecer el presupuesto. Si no conoces esta frecuencia, opta por pedir prestado, alquilar o probar antes de comprar. El costo ideal por uso se aproxima a cero; la opción más rentable es no adquirir lo innecesario.
Hay un costo de oportunidad en cada peso gastado. Invertir en algo de uso infrecuente es un desperdicio de recursos que podrían destinarse a algo más valioso. Si solo voy a usar algo una vez, busco opciones con buen valor de reventa. Las inversiones más inteligentes son en objetos que uso frecuentemente, como una silla ergonómica para alguien que pasa horas sentado cada día.
Se puede reducir el costo por uso adquiriendo productos con descuento, de segunda mano o intercambiando. Los artículos duraderos son ideales para comprar usados, ya que resisten bien el paso del tiempo y las modas.
Así pues, comprar inteligente implica considerar el costo por uso, la durabilidad y el valor a largo plazo del producto, más allá de su precio inicial. Este enfoque beneficia tanto a nuestro bolsillo como al medio ambiente, promoviendo un consumo más consciente y sostenible.