Jorge Ibargüengoitia –definió Juan Villoro– convirtió las tradiciones más adustas y los sucesos públicos en divertida historia íntima. En Con la C de Cold, Ibargüengoitia escribe sobre la postración turística entre los nortemericanos que viajan a México, un estado de honda confusión que ataca al visitante cuando encuentra inscritas las letras C y F en las llaves del lavabo, y al abrir la sellada con la F se quema las manos porque el plomero que la instaló era analfabeta.
Mi amiga gringa recién llegada podría entrar en estado extremo de postración turística si leyera la prensa.
Podría creer que el delegado de Iztapalapa estaba extraviado cuando estrelló una camioneta propiedad de un contratista amigo suyo, beneficiado con contratos de la delegación, camino a su casa en El Pedregal. “¿Cómo? ¡No entiendo!”, diría apabullada por la confusión, ¿El gobernante de una de las zonas más pobres de la ciudad vive en una de las zonas más ricas de la ciudad? Y su confusión aumentaría si leyera que dijo que enviaba mensajes de texto cuando estrelló la camioneta. ¿El delegado pudo matar a alguien por una conducta que en Estados Unidos le costaría perder la licencia de manejo y en México todo queda en una anécdota chabacana?
La cabeza de mi amiga gringa podría quedar más abollada que con seis mezcales si leyera que Morena, el partido de López Obrador, rifará en una tómbola las candidaturas plurinominales de 300 distritos, entre candidatos electos por asambleas. Y podría entrar en el estado zombie de quien come un taco de chile habanero si leyera que un general del Ejército Mexicano es enjuiciado por transformar 40 soldados en albañiles para remodelar su casa, y que Raúl Salinas de Gortari, a quien los contratistas del gobierno salinista llamaban “Señor 10 por ciento”, fue declarado inocente en el México que limpiará de corrupción el presidente Peña.
“¡No me jodan! ¿Me están engañando?”, podría decir mi amiga turista si leyera que la esposa del presidente que se presenta como héroe anti corrupción recibió de un contratista la casa de 7 millones de dólares que resplandece en la tapa de una revista. Y que el secretario de Hacienda recibió del mismo empresario otra casa en Malinalco, y que el secretario cree que al hacerlo no incurrió en un conflicto de intereses porque desconocía todo sobre licitaciones en el Estado de México (aunque, eso sí, firmaba todos los cheques de pago a los contratistas).
Con ese coctel de realidad mexicana mi amiga gringa no necesitará emborracharse. Las noticias de la prensa la tendrán más confundida que un gusano de mezcal.