#CONDECHI: rest in peace, por @warkentin

Es secreto a voces: la colonia Condesa de la Ciudad de México no vive sus mejores momentos.

 Cierto, no es la única colonia o barrio de esta chilanga megalópoli que tiene problemas de seguridad, vialidad, saturación comercial, servicios deficientes, etc. Pero algo de especial tiene esta historia. Porque, recordemos, la manera en que se fue transformando la colonia Condesa en los últimos años se convirtió en la expresión más evidente de la emergencia de una nueva forma de vivir en la Ciudad de México. El símbolo, pues, de esa apropiación colectiva de los espacios urbanos, todo desde una perspectiva entre millennial y Generación X y nosotrostambiénsabemosvivirdiferente.

Recuerdo bien otras épocas de la colonia Condesa. Estudié en el Colegio Alemán que estaba en Tacubaya (ahí donde es hoy la Universidad La Salle). Hablo de los años 80 del siglo pasado, y la colonia Condesa que estaba cruzando Patriotismo era un lugar oscuro, descascarado, tristón y sin mayor vida pública. Apenas algunas fondas y uno que otro restaurante, los comercios más antiguos, y ahí se terminaba el encanto. Luego vino el terremoto del 85 que pegó con particular saña a la zona, junto con el éxodo de capitalinos en los tiempos de mayor contaminación en la ciudad. Ningún escenario halagador para una colonia, insisto, que se sentía sobre todo decaída, en la nostalgia de mejores pasados desde la mirada de las grandes casonas. Hasta que comenzó a florecer.

Los primeros restaurantes, la reconfiguración habitacional, el regreso de los que habían huido, la incursión de los que la pisaban por primera vez. De a poco, la Condesa se transformó en el SOHO mexicano, en el lugar cool al que había que ir, en la posibilidad de recuperar calles y parques. Comidas de diferentes lugares del mundo, las mascotas como seres con derechos, bares para departir con los cuates, parques con actividades culturales, familias jóvenes, parejas gays, las bicicletas en su reinvención andariega.

Eso que muchos aplaudían cuando recorrían otras ciudades más habitables en el mundo se comenzaba a concretar en esa colonia de árboles espléndidos y casonas a las que les fue regresando la sonrisa.

Hoy, la Condesa parece estarse enturbiando. Se llenó de antros, la vida nocturna dejó de ser alivianada, hay algo de la pesadez del crimen en muchas de sus esquinas. Empresarios asesinados, rencillas por drogas; a eso sumemos un desarrollo inmobiliario descarado y descontrolado, y tenemos la fórmula perfecta para declarar muerta (o casi muerta) una idea que parecía buena, un estilo de vida que parecía posible.

¿Estaremos a tiempo de revertir el proceso? Mientras las autoridades nieguen lo que pasa y sigan escudándose en el “si nadie denuncia no podemos actuar”, me temo que pronto la famosa #CONDECHI… descansará en paz.

(GABRIELA WARKENTIN)