Confesiones del ejército israelí, por @alexxxalmazan

Hace tres años, cuando viajé a Palestina, supe que el exmilitar israelí Yehuda Shaul estaba arrepentido por los abusos en contra del pueblo palestino y que, por eso, había fundado Breaking the Silence. Desde entonces (2004), esta ONG ha recogido más de 800 testimonios de ex soldados del ejército de Israel.

Recuerdo que pasaba las noches leyendo testimonios como éstos:

* El Operativo Eliminación, como su nombre lo dice, es salir a matar. En mi caso, fui llamado para asesinar a unos palestinos que, un día antes, habían matado a pedradas a un colono judío que les disparó sin motivo alguno. Lo sé, lo sé, soy un asesino.

* Desde el primer día que llegué a Gaza me sentí en una película de la Segunda Guerra Mundial. No sé cómo pude soportar tanta muerte alrededor, cómo no dije nada cuando veía a los soldados haciendo cosas inhumanas a los demás. No tengo idea de cómo me las arreglé para no pegarme un tiro en la cabeza cada mañana.

* Le ordené a mi soldado: “¡Ve rápido a ver lo que está sobre la cama, deben ser bombas!”. Él trató de tirar de la sábana, pero algo la detuvo. Yo encañoné la metralleta y el soldado volvió a intentarlo. Entonces me di cuenta que debajo de la manta… ¡Dios…! Conté ocho niñitos muertos del susto. Ese día, en Binyamin, supe que yo era un monstruo.

* ¿Han escuchado del Happy Purim? No, no es la festividad judía. El Happy Purim, en el ejército, significa no dejar dormir a los palestinos por la noche. Yo muchas veces lo hice. Tuve que lanzar granadas de ruido cada diez minutos durante cinco horas. Para ser honesta, era excitante.

* Yo estaba a cargo de los bulldozers en una zona de Gaza. Recuerdo que un día me presenté con el operador y le dije: “Vamos, vamos, ¿qué pasa con las casas de allá?”. Él miró el mapa. “Aquí dice sólo 1203 y 1204”, me contestó. “¡No me importa!, demuele todo lo que veas”. Él obedeció y arrasó con los postes de la luz, las casas, los campos, las cercas. Fui una maldita irresponsable.

* En Qalqiya, estacionamos el tanque en una colina para hacer cumplir el toque de queda. De pronto vimos que un campesino venía montado en su burro. El comandante le ordenó que dejara al animal y se largara caminando. El palestino obedeció. Había avanzado diez o veinte metros, cuando el comandante echó a andar el tanque. “Vamos a divertirnos un rato”, nos dijo y lo atropelló.

* Yo tuve las mejores calificaciones en el entrenamiento. Era como una Karate Kid. Y, de alguna manera, quería demostrar que como mujer podía atacar como un boxeador serio. Así que cuando me dijeron: “Tenemos que ir a tal aldea a golpear árabes”. Yo dije: “¡Wow!, ése es mi pase de entrada”. Humillar a los palestinos es algo común. Les pegas, les escupes y a las mujeres las abofeteas.

* Mi trabajo era cazar a palestinos ilegales dentro de Israel. Como tienes todo el poder de detener a quien se te dé la gana, yo en media hora arrestaba hasta cuarenta árabes. Sí, yo, una mujer. Y aunque casi todos tenían sus documentos en regla, los ponía bajo el sol y en cuclillas durante casi dos o tres horas. Lo hacía para no aburrirme y porque la orden de mis superiores era fastidiarlos. ¿Me siento culpable? Me siento una mierda.

En resumen: no se pretende salvaguardar a Israel de los actos terroristas. No. En palabras de Yehuda, lo que se busca es castigar, disuadir o reforzar el control sobre la población que no es judía. Como nos dijo el concejal israelí Meir Margalit: “Los palestinos son los judíos de los judíos; esto se acabará hasta que Estados Unidos nos dé una patada en el trasero”. Pero Barack Obama, el premio Nobel de la Paz, sigue autorizando 3 mil millones de dólares anuales para ayudar a Israel del terrorismo.

SÍGUEME EN @alexxxalmazan

(ALEJANDRO ALMAZÁN )