Mara Robles tiene cuarenta y pocos años, es hija de un médico, lleva gafas y es muy delgada. Es un martes y la secretaria de Educación del gobierno del DF llega a la primaria Josefina Herrera, una escuela pública en una colonia pobre de la delegación Álvaro Obregón. En unas mesas largas están sentados 80 niños que comen pasta, ejotes y picadillo en unas charolas pequeñitas semejantes a las que se sirven en los aviones.
Cuando era niña comía frijoles todos los días, y cada día un menú variado con verduras, pollo y pescado en casa de sus padres. Lo único que no toleraba era el apio, que llamaba “un extraño enemigo”.
Hace unos meses Mara Robles fundó un ambicioso proyecto para combatir la obesidad infantil en la ciudad de México.
El desafío consistía en alimentar en forma equilibrada y nutritiva a miles de niños de la ciudad de los tacos al pastor y las tortas de tamal, sin que la comida se pareciera a los platos insípidos de un hospital. Quería servir en las escuelas del DF ensaladas y guisos sin sal cocinados sin grasa, pero que resultaran sabrosos, bien sazonados y atractivos al paladar.
Entonces Mara Robles tuvo una idea. Convocó a varios de los chefs más celebrados del país y los invitó a participar en el proyecto. Entre otros, Mónica Patiño y Enrique Olvera aceptaron de buen agrado. Montaron una cena en casa de otro chef y le dieron a probar varios platillos ideados por ellos.
A la cena asistieron reconocidos nutriólogos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición que aprobaron la calidad alimenticia de los guisos. Ahora en las escuelas públicas de la ciudad se sirven 40 diferentes platillos diseñados por los chefs. Además de picadillo los niños pueden comer pescado con habas y pollo con brócoli.
“¿Cómo están? ¿Les gusta la comida?”, pregunta Mara Robles a varias niñas y niños sentados a una de las mesas. Hay de todo: flacos, bajitos, largos y rellenitos. Algunos cuentan que desayunan cereal con leche. Otros dicen que su primer alimento del día consiste en pan dulce, galletas y tamales, y que cenan lo que sus madres preparan a la hora de la comida.
El programa lleva el nombre de SaludArte y ha estado en marcha a lo largo del ciclo escolar que termina esta semana, en 84 de las 400 escuelas de la ciudad. Son alrededor de 21 mil niños inscritos por sus padres al proyecto que tiene como fin combatir la obesidad a partir de nuevos hábitos para comer sano y sabroso.
Incluye actividades deportivas para activar a los pequeños y actividades culturales para llevar a los niños de las zonas pobres de la ciudad a sitios que de otra manera difícilmente conocerían.
Hace unos días tres mil niños de colonias marginales de la ciudad estuvieron en el Palacio de Bellas Artes invitados a una ópera infantil.
Todos los niños inscritos en el programa fueron pesados y medidos con anuencia de sus padres y en las próximas semanas el Instituto Nacional de Salud Pública hará un estudio comparativo entre la condición de los niños antes y después de comer los guisos sanos y ricos preparados por los chefs.
Contra la obesidad en la ciudad de las tortas de chilaquiles, ahora se sirven en las escuelas públicas lunchs preparados por chef a la carta.
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