¿A alguien le importa la prensa musical hoy en día? Honestamente, dudo mucho que más allá de pequeños nichos de melómanos, hoy sean importantes las críticas, reseñas y entrevistas sobre música o a músicos.
Un síntoma de la irrelevancia actual de la prensa musical es que cada día desaparecen medios históricos que le brindaron espacio a discutir sus virtudes y defectos.
El miércoles 7 de marzo de 2018 se anunció el final de una era. El grupo mediático que posee el legendario semanario New Musical Express ha decidido dejar de publicarlo cada semana. No es redituable en lo económico. Solo genera pérdidas. Hace tres años, la publicación apostó a un cambio de modelo: dejó de venderse y se empezó a regalar. Aumentó su circulación, pero a los anunciantes no les resultó tan atractivo. Ahora el NME —como se le conoce a esta publicación— solo existirá en línea. Este viernes aparece su edición final. Sus dueños prometen canales de radio y destinar grandes recursos a la plataforma digital. Habrá que esperar a ver qué tienen bajo la manga.
Para los que no conozcan la historia de este semanario —publicado desde 1952—, ahí les va una versión supersintetizada. Los Beatles y los Rolling Stones tocaron en sus entregas de premios. Fue fundamental en la difusión de la música de Bowie y de todo el glam rock. El punk obtuvo en sus planas gran apoyo, sobre todo en los años de su gestación. En los 80 le dieron espacio importante a bandas alternativas como The Smiths que, sin medios como este, no habrían tenido tal trascendencia. También ayudaron a que estilos, en aquel entonces marginales, como el hip hop y la electrónica, llegaran a las grandes masas. En los 90 vivieron su época de oro, primero con el grunge (“descubrieron” a los grupos de Seattle mucho antes que los norteamericanos) y luego con el brit pop. Empezando el milenio fueron los primeros en advertir sobre una nueva camada de artistas que desde Nueva York conquistaría el mundo: The Strokes, Interpol, Yeah Yeah Yeahs y muchos otros. Aunque era un medio inglés, su influencia se extendía a todos lados de manera muy potente. Si te gusta el rock, probablemente algo tuvo que ver en tus gustos, aunque fuera de manera indirecta.
Pero al paso de los años fue perdiendo peso. Unos aseguran que fue su estrecha visión musical: la especialidad de la casa, el rock independiente, fue alejándose de la corriente principal. Otros afirman que les tocó correr la misma suerte inevitable que a casi todos los medios impresos. En parte es cierto. Pero también es innegable que a la gente cada vez le interesa menos leer sobre música y sobre músicos. Ni siquiera sobre los artistas que están en la cúspide de la popularidad. Es decir, quizá muchos quieren saber qué piensa Maluma de la comida orgánica, del neoliberalismo, del Kamasutra, de la entrega del Oscar o de algún modelo de calzado deportivo, pero nadie le pregunta acerca de la creación de una canción o del concepto de sus álbumes. Porque a nadie parece interesarle.
Además, la idea de la reseña como guía para saber qué música oír y comprar es un poco obsoleta. Cualquiera puede escuchar un disco y decidir si le gusta o no sin tener que pagar por él. Señor crítico, usted no hace falta. Lo del NME es sintomático. La prensa musical parece estar en la calle. Los medios que pueden presumir muchos lectores o visitantes viven más de las noticias que ofrecen que de cualquier tipo de reflexión, propuesta o crítica. La Rolling Stone también está en crisis, más desde que una biografía de su fundador y editor Jann S. Wenner puso al descubierto prácticas lamentables. En México, la cosa está peor. Los medios musicales hablan de las cosas que les entusiasman. Promueven los conciertos, porque los promotores solo así los acreditan. Pero no parece haber espacio para los intercambios de ideas. Eso, por el momento, ya se acabó.