Al llegar al DF los turistas se sorprenden por la cortesía de sus habitantes. Nuestra forma de hablar, de pedir permiso al salir de un elevador, de desear buen provecho a los comensales de junto en un restaurante, deslumbran a los foráneos quienes, en ocasiones, llegan incluso a creer que somos un pueblo civilizado. El encanto se rompe en el momento en que suben a un taxi o, peor aún, se deciden a conducir. Entonces sí conocen uno de los peores aspectos que ofrece nuestra capital. El horror no consiste en los agujeros que abundan en el pavimento, ni en los carriles mal pintados que en avenidas como Patriotismo o Revolución son totalmente invisibles, tampoco en la escasa iluminación y en los semáforos mal sincronizados; el infierno, ya lo dice J.P. Sartre, son los otros.
Como en la historia de Stevenson “El extraño caso de Doctor Jeckyll y Mr Hyde”, apenas sube al volante, el chilango no sólo olvida sus modales sino que se convierte en un ser individualista, agresivo y sin escrúpulos, dispuesto a arriesgar su vida y la de sus pasajeros con tal de no perder cinco segundos en un embotellamiento o ceder su lugar en una fila. Hace poco, escuché un diálogo entre dos franceses al respecto. Uno le preguntaba a su amigo cómo se atrevía a conducir aquí “con lo salvajes que son” y el otro respondió que éste era el único lugar donde se atrevía a hacerlo pues no sabía manejar y aquí no hacía falta ese requisito. “No tienes que aprenderte ninguna regla de prioridades o sentidos, puedes hacer lo que quieras con tal de que no te descubra la policía˝. Al escucharlo, me dije que en realidad hay menos accidentes de los esperables quizás porque estamos predispuestos a que se cometa cualquier barbaridad en cualquier momento. Otro rasgo notable del automovilismo chilango es la agresividad hacia el género femenino. Me refiero a los desgraciadamente clásicos “tenías que ser vieja”, “si eres mujer no manejes”. Ya que al volante uno puede permitirse lo que sea, ¿por qué no darse el lujo de sacar al machista que uno lleva dentro? Más triste aún es ver mujeres maltratándose por un lugar de estacionamiento. Hace poco vi a una señora en traje sastre golpear con los tacones la puerta de una camioneta mientras lanzaba insultos dignos de un camionero.
Sobre los peatones sería mejor ni hablar. Fuera de Bombay no conozco otra ciudad donde se les tome menos en cuenta. Los llamados pasos de cebra -parece creer el chilango- son adornos con los que la delegación decora las calles o intenta romper la monotonía de los baches, no una zona donde la prioridad es de quienes cruzan a pie, así vayan en silla de ruedas o con un recién nacido en los brazos. Si uno intenta dejarles el paso, inmediatamente será reprimido por una multitud de bocinas enfurecidas. Suena de risa pero en realidad no lo es. Está probado que el estrés constituye un factor decisivo en la gestaciones de varias enfermedades mortales y el que nos infligimos aquí a nosotros mismos rebasa cualquier límite. A veces cansa más una hora en el tráfico que toda una jornada de trabajo intenso. ¿Soluciones? No lo sé…por el momento tomar conciencia de lo que hacemos y contribuir con una buena dosis de paciencia que al menos tenga la virtud de desconcertar al enemigo. Ya lo dice el refrán oriental: cámbiate a ti mismo y cambiarás al mundo.
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(GUADALUPE NETTEL)