Hace poco, Miguel Mancera anunció que había pedido a la secretaría de desarrollo urbano y vivienda y a la autoridad del espacio público que le prepararan un proyecto para remozar el Zócalo capitalino. Según la nota de El Universal, la idea de Mancera es modernizar el espacio y darle prioridad al peatón, “que el Zócalo de la Ciudad no se convierta solamente en una zona de tránsito de vehículos, que sea una zona de disfrute de todos”. En esa misma ocasión, Mancera anunció algunas actividades que tendrían lugar en la plancha, entre ellas, una exposición de las fuerzas armadas.
El fin de semana pasado fui mirar tal exposición. El golpe de vista es fuerte: helicópteros y tanques frente a Palacio Nacional dan un vago aire de golpe de Estado. El lugar estaba lleno de familias. Había una exposición de armas y entre las actividades favoritas de la gente estaba la de vestirse con la armadura del policía militar o pintarse la cara de rayas, como una estrategia de camuflaje.
Entiendo la estrategia de relaciones públicas de las secretarías del ramo, lo que no entiendo es la estrategia de Mancera. La presencia de las fuerzas armadas en el Zócalo atentan contra nuestra idea de esa plaza como un espacio ganado por los ciudadanos. Plantear su remozamiento para arreglar el problema de los coches es una manera tontamente oblicua de hacerlo. Darle preponderancia al peatón es la repetición del mantra usado para otras calles de la zona.
Leí la carta abierta que escribió el escultor Fernando González Górtazar al Jefe de Gobierno, publicada en La Jornada del 18 de febrero. González hace un pequeña historia de las propuestas para remozar el Zócalo, encomia la iniciativa de Cuauhtémoc Cárdenas, que sometió el proyecto a un concurso (que nunca se llevó a cabo) y hace un llamado a pensar con un poco más de calma y profundidad las cosas.
Hoy en la mañana recibí un correo del arquitecto Eduardo Cadaval, que participó en el equipo que ganó el concurso. Cadaval abunda en las ideas de Gortázar; recuerda que por la importancia del sitio a remodelar, el concurso requirió de la coordinación entre la ciudad y la federación; que hubo un jurado internacional; que el proyecto ganador luego fue consensuado entre todas las partes involucradas, que el asunto fue un ejemplo de transparencia y responsabilidad.
Entonces: ¿para qué arruinarnos la principal plaza del país con una solución cosmética?
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(GUILLERMO OSORNO)