Abordo un microbús en la esquina de Zacatecas y Medellín en la Colonia Roma. Son las 7:15 am. El termómetro marca un frío de la chingada. Consigo asiento atrás del conductor, al lado de una señora entrada en sus sesenta, con el pelo colmado de colorante rojo, melena rizada abundante, de esas sobre las que se construye la personalidad de toda una vida. Toño Esquinca y “la muchedumbre” ofrece en no sé qué cuadrante de la frecuencia modulada mil pesos al conductor que sea capaz de llamarlo, hacer sonar una mentada de madre con su claxon y recibir una de vuelta. “Claxoneando ando” se llama con sagacidad deslumbrante el ejercicio. Y como que no queriendo la cosa mi mente es incapaz de seguir su propio vuelo y mi atención se ve arrastrada hacia la conversación que sostienen el conductor y la señora de los rizos despampanantes. Señora: –Pues sí, así está la cosa. Conductor: –No, seño, pa que le mueve. Esas pinches ratas nomás están esperando para chingarlo a uno. S: –Mi hijo dice que va a poner una denuncia. C: –No me haga reír que vengo manejando, seño. No pierda su tiempo. S: –Ni modo que nos quedemos así, oiga. Es todo lo que tenemos. Mi hijo compró ese micro con lo que nos dejó su papá que en paz descanse. C: –Mire, lo que yo le recomiendo es que no haga nada. Déjelo ahí. Que se lo queden. Nomás la van a estar molestando un ratito. Luego se les olvida. Si lo que necesitan es conseguir feria rápido pa’ pagar su cuota. Ya luego que pase el tiempo lo recupera. Comoquiera a los del corralón les toca también su feria, no pague doble. Con la misma sagacidad que el equipo de producción de Toño Esquinca infiero que los “ratas” no son ladrones sino algún tipo de autoridad que por razones que aún no descubro tienen retenido el microbús del hijo de la señora. S: –¿Y si le cambio las llantas? C: –Cámbieselas pues. Pero luego le van a encontrar otra cosa y otra cosa y otra cosa y le van a terminar quitando hasta lo que no tiene. Y de paso dígale a su hijo que el micro no se comparte. Mire, yo apenas con mi hermano. Medio turno y medio turno. Y hasta esos somos honestos, no nos robamos casi. S: –Sólo se lo manejaban mientras iba a la escuela. Despacio pero ya voy entendiendo la trama: un patrullero detiene al conductor que le trabajaba el microbús al hijo de la señora porque traía las llantas lisas y al parecer esto infringe alguna norma. Lo extorsionan. No paga. Se va al corralón la unidad. Para sacarla tiene que cambiar las llantas o pagar una mordida. La señora no quiere pagar la mordida, siente que está siendo extorsionada, quiere denunciar. El conductor de nuestro microbús le da un baño de realidad y remata con una síntesis precisa de única ley que impera en la ciudad de México: la de la calle. C: –Yo no le doy la espalda ni a mi sombra, seño. Ya sabe lo que dicen seño, o chingas o te chingan. Así que ponga a su hijo al tiro.
(DIEGO RABASA / @drabasa)