La semana pasada comencé un recorrido por la desaparición de distintos formatos radiofónicos que marcaron época y tendencia en el cuadrante mexicano.
Luego de la desaparición de Rock 101, en el cuadrante metropolitano quedaron vivas RadioActivo -en desarrollo de su mejor momento-, Órbita 105.7 -que también pasaba por un cisma- y WFM.
Creada en septiembre del 85, WFM sufrió no una, sino varias muertes. Para muchos, los cambios de dirección que sufría la frecuencia eran una oportunidad para atraer nuevas audiencias; la realidad era otra: las fugas de público hacia las otras opciones oxidaron el concepto que González Iñárritu y Alemán Magnani habían creado.
La primera muerte de W no fue a la salida del Negro, sino tiempo después, al decidir Javier Toussaint -directivo de Televisa con pocas luces pero mucha confianza en las esferas de poder de la empresa- que la independencia de la frecuencia juvenil era también un negocio raro por parte de quien trabajaba ahí. Removió a Martín Delgado y al equipo que laboraba para, primero, imponer a un caso perdido y, un año después, darle la oportunidad a Charo Fernández.
Charo hizo una estación altamente redituable económicamente pero limitada en creatividad. Sostenida por el talento de dos pares de locutores en los horarios de mayor afluencia. En la mañana, Jorge Van Rankin y Esteban Arce; por la tarde, José Ramón SanCristobal y Eduardo Videgaray.
Cierto, existía el mítico Fallaste Corazón y la propia Charo junto con Fernanda Familiar hicieron llorar a miles de radioescuchas, pero la estación quedó en el camino ante la arrolladora que, en ese inicio de los noventa, había construido José Alvarez junto a Martín.
La segunda muerte vendría al inicio del 98. Tras el experimento de contratar a Luis Gerardo y Martín para convivir en el 96.9, los tiempos se volvieron agrios y ambos salieron de la frecuencia. De ahí, todo fue declive por año y medio. Pese a tener en su parrilla a Abel Membrillo, Madela Bada y Javier Poza, la estación cayó en un vacío que la hizo poco atractiva.
El último fue el final completo. En marzo de 2001, Javier Toussaint -adivinaron, el mismo inepto de años atrás- decidió que el proyecto Radical de Luis Gerardo Salas era un negocio raro. Removió a él y a su equipo y convocó a Charo Fernández a dirigir W Radical. La historia en comedia y sin lustre.
WFM moriría meses después ante la idea de PRISA de darle un vehículo a Gutiérrez Vivó. Al no concretarse eso, W Radio dio paso a Loret, Aristegui y Solórzano. Por sus micrófonos ha pasado todo el mundo -todos talentosos- en 12 años con más pena que gloria.
La próxima entrega, RadioActivo.