Luego del asalto ocurrido a los ya no tan felices comensales del Belmondo, en la Roma, lo primero que pensé fue: “¿debo empezar a temer por asaltos en #taxi?”. Como no quiero ser señora locochona y paranoica, censuré de inmediato ese pensamiento. Esta ciudad es segura, esta ciudad es segura, fue el mantra semanal.
Nunca he vivido un asalto, varios robos si: el ya clásico hurto de celular en metrobús, el típico bolseo en el metro y la mágica desaparición de mi cartera en céntrico restaurante, pero nunca en taxi.
Cuando uso #taxi así como así (“el primero que pase”) y dejo a mis amigos con cara de susto, sobre todo si es de noche y ando con una Celu en la mano y con la otra buscando #taxi libre, siempre les digo: “no pasa nadaaaaaa, aquí es seguro”. Después recurro a mi manual para abordar taxi seguro: auto con placa, limpio, cuidado, chofer presentable, taxímetro en función, tarjetón visible. Check a todo y ahora si señor, ¡vámonos!
No siempre fue así, hace varios años claro que pedía un radiotaxi, pero entonces era una ciudad peligrosa, ¿recuerdan?, “si vas al teatro mejor temprano, “no vayas sola”, “no andes en taxi”, “no no no”, todo era un constante “cuídate porque ahí asaltan/roban/secuestran”.
Recuerdo un horrible asalto ocurrido a una amiga: fue prácticamente un secuestro, la robaron, pero también la golpearon, amenazaron y dejaron tirada en la periferia de la ciudad. Cuando eso ocurrió, en los dorados 90’s, a nadie pareció sorprenderle: era una historia más de taxista ladrón. Terrible, pero frecuente.
Esta semana me tocó un #taxista que marcaba cada vuelta que dábamos en el mapa de su teléfono, hasta malvibrosa me puse: ¿a quién avisa? ¿qué marca? ¿nos vendrá siguiendo su banda de secuestradores o temerá que yo lo asalte? Resulta que el buen hombre sólo estaba practicando el uso de Waze “y aprendiendo, pero uno no conoce toda la ciudad”, pero así es la paranoia de la inseguridad…
Luego de nuestros cadáveres colgando en puentes (porque son nuestros, ¿eh?, nuestros ciudadanos, o nuestros compatriotas, criminales o no, son de nuestra especie animal: humana), y los mensajes amenazantes de grupos que parecen hasta presumir su pertenencia al crimen organizado (así de poderosa es la sensación de impunidad, supongo), no podemos menos que ponernos alertas y defender esta ciudad.
El lunes lo primero que leí fue The Wall Street Journal (maldito Facebook que tan bien me conoces), donde anotaba que la tasa de asesinatos en nuestra Chilangoland está en su nivel más alto desde 1998: 566 en lo que va del año, y de nuevo: revival noventero.
No volvamos a perder la ciudad, hay que salir, caminarla, confiar en nuestra capacidad ciudadana y defenderla. Hoy tenemos herramientas que antes ni soñamos: redes para alertas, mecanismos para evidenciar el desden de los gobernantes y exigirles que hagan su chambita, apps para compartir información o avisar de nuestras rutas.
Quizá nuestras autoridades piensan que las drogas llegan por paquetería y por eso dicen que aquí no hay cárteles, haiga o no haiga cárteles del narco operando, nos corresponde impedir que nos quiten lo que ya logramos: que esta ciudad sea nuestra para disfrutarla como se nos dé la gana. Yo, por lo pronto, sigo tomando #taxi libre.