Un grupo de activistas se reúne en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal para hablar de árboles. Uno de ellos cuenta la experiencia del movimiento en defensa del Parque Hundido, que hace cuatro o cinco años logró detener la construcción de un edificio sobre el parque: no sólo tiraron lo que ya estaba sino que lograron revertir el daño y construir una rampa de descenso.
Otro activista, que también es financiero, habla de las batallas en Las Lomas, de la torre del grupo Dhanos construida sobre la estación de servicio de Vladimir Kaspé y de su deseo de hacer túneles debajo del parque para conectar la torre con Reforma.
Los vecinos de la colonia Reforma Social hablan de su movimiento para preservar un parque cuyo terreno reclaman los herederos de la antigua hacienda de Los Morales y los desarrolladores inmobiliarios, que quieren instalar 1200 apartamentos. Han sido intimidados y golpeados.
Otro activista más, vecino original de la colonia Lindavista, habla de la destrucción de sus palmeras y cómo, luego que se mudó a Tlalpan, peligran el propio bosque de Tlalpan, y otros parques y pulmones urbanos, por no hablar de los humedales del sur de la ciudad, amenazados por una nueva supervía.
Uno pensaría que el asunto de los árboles es un tema aislado de esta colonia o tal vecino, pero puestos todos estos activistas en la misma mesa, resulta evidente la construcción de vías, transporte público, centros comerciales, segundos pisos y desarrollos inmobiliarios le está dando en la madre a las áreas verdes y que no hay una política al respecto.
El activista, que proviene de las finanzas, propone una solución: crear un fondo para poder litigar eficientemente los innumerables casos que hay en la ciudad y subir el costo a los desarrolladores, el gobierno y otros depredadores. Buen punto. Pero la gran pregunta en la mesa es sobre el papel del Estado. Todos los presentes señalan que los secretarios de ecología sólo sirven para dar un aval verde a las barbaridades de los gobiernos. Ni Sheinbaum, ni Delgado ni Müller se salvan.
A lo mejor la comisión de derechos humanos podría paliar la omisión de las autoridades por diseñar estrategias adecuadas para cuidar los parques, los bosques, camellones y jardines, presentando estos asuntos como una violación a los derechos humanos.
Mientras tanto, afuera de la sala Digna Ochoa, se celebra una ceremonia para conmemorar el quinto aniversario de la quemazón de la guardería ABC de Hermosillo.
De una manera inadvertidamente poética, detrás de los padres de familia hay unas plantas, llamadas cunas de Moisés, que representan a cada uno de los niños muertos.
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