La balconeada por internet se está convirtiendo en deporte nacional. Y sí, ya no es tan fácil mentir. Vivimos en la época más exhibida: celular con cámara, acceso a internet, una red social… y ¡listo! Excesos y arbitrariedades expuestas.
Las consecuencias de estas balconeadas han sido diversas, algunas contundentes. El procurador federal del Consumidor dejó de serlo cuando su nena lo usó para atender sus caprichos. Hoy, quien era titular de la Comisión Nacional del Agua está nadando en otros humores porque la publicación de unas fotografías en donde se le veía haciendo uso indebido de un helicóptero de la institución lo condujeron a la renuncia. Otras exhibidotas han servido sobre todo para ridiculizar a los implicados. Algo es algo, dirán por ahí.
Lo cierto es que el acecho de celulares con cámara y redes sociales ávidas de escarnio no hará menos corruptos a los que lo son. Si acaso, los volverá más precavidos, más sofisticados en sus triquiñuelas. Y a nosotros, los que consumimos la información, nos tendrá que volver más cautelosos también. Porque es sano exhibir (y los resultados en términos de contrapeso a la autoridad abusiva han sido alentadores), pero no lo es tanto linchar con materiales sacados de contexto.
Hace unos días, Antonio Attolini (polémico exlíder del movimiento #YoSoy132, exconductor de TV hoy metido en política) fue exhibido en un video donde le grita con toda la prepotencia disponible a un policía. Se supo luego que, en realidad, Attolini le reclamaba (en tono subido, eso sí) a un policía por no estar haciendo su trabajo. Pero ninguna aclaración bastó, hoy Antonio es #LadyAttolini.
Contexto, contexto, contexto, implora el clásico. Para que las balconeadas no terminen en linchamientos.