Ulises Ruiz Ortiz dio una entrevista a Aristegui Noticias sobre la situación del PRI pero cuando le preguntaron acerca del Informe de la Comisión de la Verdad y de un reportaje de sus negocios con el subsecretario de Desarrollo Social, Eviel Pérez Magaña, evitó comentar ambos textos en los cuales colaboré, asegurando que mi trabajo no era imparcial debido a que yo era consejero de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).
El exgobernador de Oaxaca siempre ha tenido la oportunidad de dar su versión en los artículos periodísticos que he escrito. Como prueba está mi libro Oaxaca sitiada, en el que lo entrevisté ampliamente, así como a todo su equipo político y policiaco. Lo que no acepté fue el soborno de varios ceros que me ofreció su personal para disimular la realidad ni tampoco las posteriores amenazas y otros ataques que ha lanzado contra mí y más compañeros periodistas por seguir investigando los múltiples crímenes políticos ocurridos durante su administración.
En el caso de la Comisión de la Verdad, el exgobernador también fue invitado formal y públicamente a dar su versión para el Informe final, antes de que éste fuera concluido, pero decidió no hacerlo, tal y como ahora se ha rehusado a informar sobre los actos de corrupción dados a conocer en la investigación de Aristegui Noticias. Invito a quien le interese entender esto, a leer el reportaje que hice junto con Irving Huerta, así como también el informe de la Comisión de la Verdad de Oaxaca. Así cada quien podrá tener un panorama más claro, más allá de la demagogia y el cinismo.
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Por lo pronto, seguimos aquí con el testimonio de uno de los porros que trabajó al servicio de los cuerpos de seguridad en 2006:
Hubo un momento en que empezó ahora la cacería de la APPO [Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca] hacia nosotros como porros. Eso fue después de que quemamos camiones en la fuente de las siete regiones. Nos damos cuenta que al gobierno también se le empieza a salir de las manos, porque en lugar de que le saliera bien pues le sale contraproducente porque el movimiento toma forma y empieza a incendiar más, empiezan a poner más barricadas, se empieza a armar más desmadre.
Después de eso nos dijeron: “¿saben qué? Vámonos ahora sí con todo” Y ahora sí, armas para todos los chavos, y nos empiezan a dar puntos, que la barricada de Brenamiel, la barricada del Rosario, las más pesadas eran las primeras que teníamos que atacar. Los policías nos decían: “¿saben qué?, van a ir a ustedes y a jalar a los que puedan, vean quién sale y a esas gentes pues hay que treparlas”. Pero pues la mayoría de todos nosotros íbamos borrachos y lo único que hacíamos era pues llegar a la barricada, balacear las barricadas, si nos correteaban o los correteábamos, agarrar a quien pudieran, a gente que ni al caso, gente que iba pasando ahí, entonces nosotros con tal de llevar a alguien y quedar bien en ese entonces, hacerte sentir chingón, pues que dijeran qué chingones son este grupo, pero agarrábamos a cualquiera.
Recuerdo que nos pagaban por evento. Nos decían: “hoy en la noche van a ir a la barricada 5 señores, tengan tanto”. Nosotros en realidad no sabíamos cuánto le habían dado a nuestros líderes, a nosotros simplemente nos decían “les vamos a dar 200, 300 o a veces 500”. También nuestras tarjetas, cervezas, droga y lo que quisiéramos. Y pues en esos momentos estaba chavo, era lo más que queríamos, alcohol, droga. Toda la noche, toda la madrugada, andar en camionetas sin que nos dijeran nada. Si acaso nos paraba la policía se les daba una clave y listo.
Luego, cuando ya ingresan los militares [Policía Federal Preventiva] ya no era clave sino que traíamos un distintivo rojo, un listón rojo era el que se cargaba para que ellos supieran y nos dejaran movernos. Pero ya cuando entran los militares, los policías nos piden que no portáramos armas, que ya no nos moviéramos en los vehículos y que trajeramos siempre el distintivo rojo para que nadie nos dijera nada.