20 de febrero 2017
Por: Diego Osorno

¿Qué hará Murat con el 2006?

El trabajo que la Comisión de la Verdad de Oaxaca realizó para documentar las violaciones a derechos humanos en el conflicto socio-político de Oaxaca en el 2006-2007 y sus consecuencias psicosociales arrojó, entre otros resultados, que a la fecha aún existe un daño psicosocial, tal y como manifiestan los testimonios individuales y colectivos tomados por la desaparecida instancia de la cual formé parte. Este daño se ha preservado, y se le agregan nuevos daños, ante la impunidad que ha rodeado los hechos de aquel entonces, sobre los cuales no se ha pronunciado con claridad el nuevo gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat.

El informe “¡Ya sabemos!” de la CVO evidencia la diversidad de daños que prevalecen: aquellos que no tienen reparación, como un familiar asesinado y desaparecido; daños continuados por la impunidad y el estigma; daños que condicionaron discapacidades permanentes, mermando la capacidad de autosuficiencia y autonomía; daños psicológicos con heridas abiertas aún, y otras con cicatrices que durarán toda la vida; daños en las condiciones y la calidad de vida de las personas; daños en la comunidad y el tejido social; daños mayores y no tan mayores; no existieron los daños menores.

Uno de los objetivos de la CVO era descubrir ese daño a 10 años de sucedidas las violaciones a los derechos humanos; darle la voz a las víctimas y a la comunidad de Oaxaca para que externaran lo más íntimo de su ser y desde allí explicaran lo que para ellas y su comunidad ha significado la agresión vivida. En pocas palabras: demostrar, visibilizar y validar a las víctimas y a la comunidad oaxaqueña en su dolor y su sufrimiento. En el apartado psicosocial del documento se explica que “sólo a partir de la narración de las experiencias de sufrimiento que se viven se puede realmente conocer a alguien; cuando abre su corazón y su alma para hablarnos de su dolor y compartirlo con nosotros; sabiendo estar con ella en su momento de mayor vulnerabilidad y respetarlo”.

Se sabe que las situaciones de conflicto social y de violencia política dejan secuelas a largo plazo para las víctimas directas, las víctimas indirectas y para la comunidad en general. Las víctimas de las violaciones de 2006-2007 en Oaxaca volvieron a abrir su corazón en 2015 y compartieron su dolor y su sufrimiento, para que la sociedad supiera quiénes son, y aprendiera a estar con ellas.

La represión de 2006-2007 en Oaxaca buscó imponer el miedo en las personas, el movimiento social y en la comunidad. Este fue abordado como estrategia represiva, como mecanismo de defensa y como impacto, es decir, como un daño. La impunidad ha acarreado que este miedo aún se siga manifestando de estas tres maneras. Se expuso el caso paradigmático de violencia política y de terror que significa la desaparición forzada. Un miedo que se refleja en un quiebre de la confianza mutua y en las creencias y acepciones básicas que tienen todas las personas sobre la convivencia segura con los demás.

La CVO analizó el duelo desde su incapacidad de desarrollo y cierre en los familiares de las personas desaparecidas y en la complicación que se da por la muerte de un ser querido a causa de la violencia política, es decir, de los familiares de las personas ejecutadas extrajudicialmente. Se mencionan los otros tipos de duelo que se dan por la pérdida de la salud, la capacidad laboral, la autonomía, las relaciones (compañeros, amigos, familiares, etc.), entre otros significativos para las víctimas. Así como su manifestación con enojo, rabia, tristeza, depresión, desesperanza, angustia, etc. Sin olvidar el duelo colectivo que representó la pérdida de las esperanzas de cambio que en su momento despertó todo un movimiento social; sueños de justicia, democracia y buen gobierno para la comunidad.

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La violencia, las amenazas, las dificultades económicas, la reasignación de roles, los desplazamiento forzados, la privación de la libertad, entre otros, originaron distintos tipos de exigencias personales (cognitivas, emocionales y conductuales), pusieron en tensión los recursos internos y externos de las personas y condicionaron un afrontamiento positivo o negativo. Este último se tradujo como impacto. Los distintos tipos de daños en las víctimas de violaciones de derechos humanos se volvieron a la vez nuevas fuentes de estrés y crisis, que las llevaron a crisis crónicas, estresantes y difíciles de superar, en una especie de bola de nieve. Desde esta visión también se describió el impacto que sufrieron las víctimas.

Otro tipo de impactos también son analizados, como el enojo, la rabia y el resentimiento, la cual puede ser procesada positivamente como un mensaje que intenta decir “no quiero ser como ellos”. La criminalización del movimiento social al ser reprimido por la vía del sistema penal y la imputación de delitos, y reforzada por el accionar de distintos medios de comunicación, condicionó la estigmatización y discriminación de las víctimas.

Estos impactos psicosociales fueron abordados desde distintos niveles, como lo fue de manera especial para las familias, las mujeres, los infantes y los adultos mayores.

Ante estos impactos de distintos tipos y a diferentes niveles, si los recursos de afrontamiento personal y social resultan insuficientes, entonces el resultado puede ser la ruptura de proyectos de vida, personales y colectivos. La vida de las víctimas dio un giro de 180 grados en aquel entonces.

Y también la de Oaxaca.

¿Qué hará el nuevo gobernador, Alejandro Murat, con esta apabullante realidad que demuestra que el proyecto de Oaxaca está roto desde el año 2006?

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