Como reportero he tenido editores extraordinarios, animales obsesivos del ángulo de la historia, mimos puntillosos del lenguaje y dueños de extravagancias particulares que han acompañado trabajos de largo aliento para diferentes periódicos y revistas. Pienso en Alfredo Campos, Álvaro Enrigue, Roberta Garza, Aníbal Santiago, Jesús Rangel, Julio Villanueva Chang, Daniel Hernández, Rafael Pérez Gay, Arturo Ramos, Ricardo Cayuela, Felipe Restrepo y Guillermo Osorno.
Sus nombres me pasaron por la mente este fin de semana que conocí a Walter V. Robinson, quien guió la investigación del equipo Spotlight que destapó los abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica. Durante el Logan Symposium de la Universidad de Berkeley, este veterano editor interpretado en el cine por Michael Keaton habló con humildad sobre su trabajo. Recordó que los periodistas no debemos sentirnos héroes, ya que sólo somos personas que buscan en la oscuridad y en ocasiones nos encontramos con algo que sirve para transmitir la injusticia, el dolor, la desigualdad o la impunidad.
A lo largo del evento organizado por Lowell Bergman -otro legendario periodista estadounidense interpretado también en el cine por Al Pacino en El Informante-, se presentaron algunas de esas historias que se encuentran en la oscuridad y se sacan de ahí para mostrarlas e intentar cambiar algo. Como la de la violencia contra las mujeres en Carolina del Sur, donde el índice de feminicidios representa el doble de todo Estados Unidos, o bien la impresionante investigación de AP sobre la esclavitud infantil en Tailandia, sin dejar de resaltar el trabajo meticuloso de Michael Rey para denunciar la negligencia médica hacia los niños con problemas mentales o las crónicas a fondo sobre el ébola en África de Sheri Fink, quien cambió la medicina por el periodismo.
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También hay quienes han optado por sumergirse en la oscuridad del dinero. Entre los que presentaron su trabajo estos días estaba Jane Mayer, una menudita periodista de New Yorker que exhibió a los multimillonarios hermanos Koch, quienes financiaron el surgimiento de la extrema derecha en Estados Unidos y en represalia por sus reportajes, pagaron para investigarla y seguirla a detectives y periodistas, quienes buscaban encontrarle situaciones personales con las cuales desacreditarla.
También habló John L. Smith, un experimentado periodista de investigación afincado en Las Vegas, quien por estos días deberá decidir qué hará con su columna en Las Vegas Review-Journal, ya que el propietario del diario –un empresario de casinos- le ha prohibido expresamente escribir sobre uno de los principales zares de apuestas de la ciudad.
Otros periodistas estadounidenses que expusieron sus historias sobre el poder financiero fueron Alex Gibney, realizador de un documental sobre Enron y otro acerca de los ultrarricos que viven en Park Avenue, así como también Monika Bauerlein, editora de Mother Jones, una revista crítica que ha enfrentado diversas demandas por parte de los millonarios y poderosos corruptos a los que ha denunciado en sus páginas.
Todos estos trabajos ejemplares, junto a los que han hecho de forma reciente otros colegas en México y el resto de Hispanoamérica, parecen indicar que el periodismo de investigación no solo es una moda provocada por una buena película de Hollywood ganadora de un Óscar. No, el mirar la oscuridad es una actividad que vive un auge real. Hay tantos periodistas ansiosos de caminar entre sombras junto a editores como Walter V. Robinson, capaces de llevar hasta las últimas consecuencias su compromiso con una historia que busca la verdad.