La depresión es una de las enfermedades más serias y enigmáticas que existen. La Organización Mundial de la Salud la ubica como la cuarta fuente de discapacidad en el mundo y proyecta que para 2020 ocupará el segundo lugar. Médicos, pensadores y científicos en todo el orbe han intentado entender y combatir dicho trastorno desde diversos frentes. En su hermoso pero desgarrador libro Esa visible oscuridad (Hueders, 2015), el novelista norteamericano William Styron realiza una entrañable y conmovedora crónica de los años que pasó sumergido en una depresión avasallante. El libro de Styron muestra que la depresión es mucho más terrible y compleja que simplemente sentirse abatido o triste. La mente deja de ser capaz de conciliar el sueño y por ende encontrar descanso, el pensamiento lógico se descuadra, la memoria comienza a ser difusa, los hábitos alimenticios se trastocan, los vínculos sociales se disuelven, etcétera.
La avidez por el consumo y la proclividad por lo inmediato, características dominantes de nuestra época, explican el gran boom de los medicamentos siquiátricos como alternativa para lidiar con el creciente malestar síquico de los individuos. Se calcula que 60% de los suicidios en el mundo tiene que ver con padecimientos asociados a la depresión. Los medicamentos, como el propio Styron lo demuestra, han salvado muchas vidas pero tienen efectos colaterales importantes, y su prescripción y consumo no suceden al margen de grandes intereses económicos. En su libro Estrictamente bipolar, el sicoanalista inglés Darian Leader demuestra que existe una clara influencia de los grandes conglomerados farmacéuticos para sesgar los diagnósticos siquiátricos. En los ochenta la enfermedad de moda era la depresión cuando las patentes de dichos medicamentos comenzaron a caducar, se dio paso a la era de los ansiolíticos y unos años más tarde vino la época dorada (la actual) del trastorno bipolar. En un libro anterior (La moda negra) Leader argumenta que, al suprimir los síntomas, los antidepresivos cancelan la posibilidad de atacar el problema desde la raíz. El dolor es una radiografía de la enfermedad. Es importante eliminar el sufrimiento pero lo es también comprender de dónde proviene en primer lugar.
A nivel colectivo, la depresión debe ser tratada como un problema de salud pública y junto con la exploración de sus tratamientos curativos debemos preguntarnos cuáles son los factores que explican el creciente estado de malestar que las personas experimentamos ante un mundo que literalmente nos está enfermando la mente.