Desmemoria

Blanche Petrich es una periodista que con su trabajo dedicado e independiente ha colaborado en la construcción de la memoria de la historia reciente de México. En su larga carrera nos ha relatado sobre todo acontecimientos dolorosos que cualquier sociedad tiene la obligación moral de recordar siempre, para tratar de no volver a repetirlos.

Blanche le cuenta al padre Alejandro Solalinde en la serie loscuadrosnegros.com su reacción ante el ataque contra estudiantes normalistas en Iguala.

– Yo no puedo dejar de escribir- dice la periodista- o sea, ocurrió lo de Guerrero con Ayotzinapa y yo tuve que ir, busqué pretextos para ir a Guerrero. Y si no fuera, entonces estaría dejando de lado las cosas que me importan. Y estaría dejando de hacer algo que yo creo que es un granito de arena.

– Para mí- responde Solalinde-, los pastores de hoy son los periodistas: los primeros en hacerse presentes donde hay desgracias, donde hay tragedias, donde hay crímenes, donde hay injusticias, ahí están.

– Yo me he volcado mucho a la Academia, me gusta mucho, por ejemplo, hablar de estas experiencias que hablábamos antes de Nicaragua, El Salvador, Guatemala, porque son cosas que pasaron en el pasado reciente. Y como no hay memoria, somos flacos de memoria, me parece que es un tema que debe llevarse siempre a la superficie para que se tenga presente. Nos toca transmitir lo que hemos aprendido.

A lo largo de este año, con sus notas sobre Ayotzinapa impresas en La Jornada, Blanche nos ha dado otra vez una lección sobre la forma en la que el periodismo combate la desmemoria que se busca imponer desde el poder a través de sus ecos amaestrados. Otros jóvenes colegas, como París Martínez, de Animal Político, también han relatado los sucesos con una perspectiva humana y crítica, informando al momento.

A este notable trabajo del día a día que han hecho reporteros experimentados y nóveles alrededor de Ayotzinapa, se suman esfuerzos colectivos y de otro aliento para tratar de desenmarañar lo sucedido. Además del Informe del Grupo de Expertos Independientes (GEI), existen otros organismos de derechos humanos trabajando en reportes sobre aspectos específicos del 26 de septiembre de 2014. También han sido publicados ya libros periodísticos y ensayísticos como Ayotzinapa: un grito desde la humanidad, elaborado con una perspectiva global por parte de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad; La travesía de las tortugas, del Colectivo de reporteros Marchando con Letras; Los 43 de Iguala, una visión geopolítica del maestro Sergio González Rodríguez, y Ayotzinapa, el rostro de los desaparecidos, del escritor Tryno Maldonado, quien ha hecho una cobertura muy intensa para la revista Emeequis.

También da gusto saber que, en esta batalla contra la desmemoria, están en proceso libros de periodistas como John Gibler, Paula Monaco, José Reveles y Anabel Hernández, así como documentales de Ray Sinatra y Témoris Grecko. Mientras tanto, Máspormás realizó el video Un año sin los 43, que reúne diversas voces alrededor de los acontecimientos.También habría que mencionar los reportajes del programa Punto de Partida, conducido por Denise Maerker. Otros documentales importantes sobre las desapariciones forzadas en México son Retratos de una búsqueda, de Alicia Calderón; Lo que reina en las sombras, de Bernardo Ruiz; y Ni vivos ni muertos, de Federico Mastrogiovani y Luis Ramírez.

Gracias a este cúmulo de esfuerzos realizados más allá de la esfera oficial, Ayotzinapa ya está instalándose en nuestra memoria histórica, sin embargo, eso no garantiza que se acabarán las mentiras y que habrá justicia.

En este sentido, podemos mirar Ayotzinapa a través del espejo de Tlatelolco: De aquella masacre contra estudiantes universitarios en 1968 hay una amplia documentación y reflexión escrita, incluso monumentos y efemérides institucionalizadas, pero eso no implica que hayan sido desterradas la mentira y la impunidad sobre los hechos. He oído a funcionarios, periodistas, académicos y ciudadanos comunes negar hoy en día la responsabilidad oficial en la Plaza de la Tres Culturas e incluso minimizar el número de víctimas. Lo grave es que más de 40 años después, México aún tiene la deuda principal con aquellos estudiantes asesinados: la de la justicia. Es cierto que el 2 de octubre ha quedado ya instalado en nuestra memoria histórica y se recuerda Tlatelolco en todo el país, sin embargo, los autores de la masacre, algunos de ellos aún vivos, nunca pisaron la cárcel.

Hace falta la justicia en Ayotzinapa. Por lo pronto, ya no habrá desmemoria.