El primer año de gobierno de Miguel Ángel Mancera puede ser calificado como el del gran desperdicio. El jefe de gobierno de la capital no pudo dar en 2013 un rumbo al Distrito Federal. Su sello en estos 12 meses es el del extravío. Pero no es el único. En el panorama chilango todos perdimos la oportunidad de hacer de este arranque de administración la hoja de ruta de una mejor etapa para la ciudad. Comencemos por lo más reciente. Pregunta: ¿Hay algo menos democrático que una Asamblea Legislativa que decide ocultar información a la ciudadanía? Respuesta: sí, sí hay algo menos democrático que eso. El día de ayer se dio a conocer que la ALDF clasificó como secretas las calificaciones de quienes fueron candidatos en el proceso de selección del Ombudsman capitalino. Si los capitalinos no podemos ni saber a plenitud cómo fue la elección del defensor del pueblo, entonces el pueblo debería cuestionarse qué trapos sucios incluyó el nombramiento de Perla Gómez como para que nos nieguen ese derecho elemental. El caso de la Ombudsman es tan solo el último episodio de un errático actuar por parte de la Asamblea que no ha pasado inadvertido para la ciudadanía. El Universal publicó el martes que actualmente sólo 22% de los capitalinos aprueban el desempeño de la ALDF. Y lo que es peor, en 9 meses los diputados locales perdieron 11 puntos de aprobación, pues en febrero eran 33% los encuestados que aprobaban a los asambleístas. Las labores de esta Asamblea no se entienden sin la influencia de Mancera en ese cuerpo legislativo. Hemos llegado al punto de que ya ni por respeto a las formas nos damos el lujo de decir que en la capital hay división de poderes. La ALDF opera como una extensión de la oficina del jefe de gobierno. En ella, la mayoría perredista en Donceles ha anulado, vez tras vez, la posibilidad de discutir nada que no quieran en el gobierno central. Pero también es cierto que sin mucha resistencia, la oposición se ha allanado a las condiciones que les imponen los del partido del sol azteca. La ausencia de debate político en la capital se hace más evidente cuando a pesar del control que ejerce, el jefe de gobierno no ha articulado una agenda clara, mucho menos ambiciosa, de lo que quiere para la vida en la capital. Los días se van de puntada en puntada. Un día el jefe de gobierno mal informa sobre un sismo, otro día manda desalojar a unos activistas en el Viaducto, medida muy criticada luego de meses de que todo mundo ha padecido el naufragio gubernamental ante las marchas de los maestros de la CNTE, y otro día más el GDF anuncia que gastarán 60 millones de pesos en una maqueta de la ciudad (¡!). En un año hemos vivido el incremento de los homicidios, y hemos atestiguado eventos de violencia nunca antes vistos como secuestros masivos en antros –Heavens, pero también el del bar Virtual-. Se aprobaron modificaciones legales para dar más poder a los policías sin dar más garantías a los ciudadanos. Ahora tenemos delegados que juran que les hackean la blackberry para extorsionar en su nombre y siguen tan campantes en su puesto. El gobierno anuncia la eliminación del arraigo pero poco después esa polémica figura de retención de personas es revivida porque la autoridad capitalina así lo decide. De la nada se aprueban carreteras urbanas que dañarán el medio ambiente y la autoridad no castiga a nadie por el daño irreversible a una de las esculturas más famosas, y emblemáticas, de la capital… Si hubiera que quedarse con sólo una estampa para ilustrar que el exprocurador no ha entendido lo que con una copiosa votación se le encargó el año pasado, esa sería la consulta para elevar el precio del pasaje en el Metro. El Metro no necesita un aumento de precio, requiere mucho más que eso, necesita urgentemente un proyecto que le dé viabilidad hoy y en el futuro. Los capitalinos eligieron a Mancera para que tomara las decisiones difíciles. No es una buena señal que hoy sienta que requiere de una consulta popular para subir la tarifa del Metro. Y todo lo anterior ocurre mientras se negocia una reforma política sobre la capital donde los únicos que no cuentan son los capitalinos. Porque si todo sigue en la ruta que va, en cuestión de días los mexicanos serán informados de que hay ya un acuerdo para la reforma política de la capital, documento que será resultado de una negociación cupular, igualito a cuando esta urbe era una regencia y no una entidad con autoridades democráticamente electas. Así cerraremos el año 2013 en la capital, el año del gran desperdicio.
(SALVADOR CAMARENA / @salcamarena)