Ayer fue día de fiesta.
No todos los días cae un mal gobernador, en este caso Javier Duarte, de Veracruz, y había que celebrar.
Pero la fiesta ya terminó. Ahora toca insistir que la licencia no es suficiente.
Javier Duarte fue gobernador por casi seis años completos. Se fue 48 días antes de entregar el poder. Y su saldo es negativo en prácticamente todos los rubros.
Con Duarte, en los dos últimos años se dispararon 50% los homicidios y Veracruz se colocó en el primer lugar entre los estados más violentos. El estado es “ejemplo” de impunidad y, como todos sabemos, el más peligroso del país para ejercer el periodismo.
En lo económico, la calificadora de riesgo Fitch denunció que en Veracruz la deuda asciende a 40, 871 millones de pesos, pero también advirtió que las cuentas no están claras y que hay “inconsistencia y falta de credibilidad en la información financiera”.
Nada de esta deuda sirvió siquiera para resolver la pobreza o la desigualdad.
Y, por supuesto, está el tema de la corrupción. El gobierno de Duarte acumula denuncias en la PGR, el SAT, la Auditoría Superior de la Federación y hasta en el órgano estatal de fiscalización, que había sido dócil los cinco años previos.
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Hay denuncias directas contra Duarte y contra prácticamente todos sus funcionarios, a quienes se les han encontrado decenas de propiedades en Estados Unidos y hasta en Costa Rica. Queda mucho por revelar. El congreso local es corresponsable, porque le aceptó todas las cuentas públicas.
Se habla de desvíos por 35 mil millones de pesos.
La salida de Duarte es un triunfo de muchos. De los veracruzanos que se negaron a respaldarlo en las urnas y derrotaron al PRI en la pasada elección para gobernador. De organizaciones de la sociedad civil que documentaron y denunciaron violencia e impunidad. De los periodistas que documentaron corrupción y desvíos.
Pero insisto: no es suficiente.
Hoy, Javier Duarte y sus funcionarios siguen impunes. Y durante cinco años y 10 meses tuvieron la protección política del gobierno federal.
Peor todavía, hay otros casos iguales: Roberto Borge, César Duarte y Rodrigo Medina son tres ejemplos. Quién sabe cuántos más.
No podríamos conformarnos con una sanción política y no podemos olvidar la protección que recibió.
Los mismos que ayer celebramos debemos insistir que no puede haber impunidad y tampoco puede volver a ocurrir, en Veracruz y en ningún otro lado, más casos de corrupción.