¿Qué tantas promesas cumple un presidente? Si nos atenemos a la experiencia, menos de las que debería. Y ese ha sido siempre nuestro reclamo.
Hoy vivimos una excepción.
En el caso de Donald Trump esperamos que no las cumpla, aun cuando cuenta con la mayoría en el Congreso. Hay una pequeña esperanza. Su primer discurso como presidente electo no lo presentó como el peleonero de la campaña. A ver si aguanta.
No está de más recordar en cuántos temas el triunfo de Trump va a significar un paso atrás.
Sólo sobre México está, obviamente, la propuesta del muro. Pero dijo más: habló de frenar las remesas, de impuestos adicionales a los productos mexicanos, de endurecimiento de los requisitos para dar visas, de deportaciones masivas y redadas para detener a “ilegales”.
En cada debate insistió en que el Tratado de Libre Comercio ha sido el peor de los que ha firmado su país y que va a impedir que empresas de su país se asienten en México.
LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE DANIEL MORENO: ¿DÓNDE ESTÁ LA OPOSICIÓN?
Sus amenazas, por supuesto, no se quedan en nuestro país.
El triunfo de Trump es un retroceso fundamental en la lucha contra el cambio climático, por ejemplo. Regresamos al debate sobre si es real este cambio.
Con Trump volvemos a los tiempos en los que no sólo es un derecho portar armas, sino que pueden ser de cualquier calibre y sin límite de balas. Esas son las armas que llegan a México y terminan en las manos del crimen organizado.
Habrá un retroceso en temas como derechos de minorías, aborto y matrimonio igualitario, sobre lo que hemos avanzado con tantas dificultades. Habrá nuevos debates sobre política fiscal y política exterior, llámese China, Rusia o ISIS.
Si bien se aprobó el consumo de mariguana en algunos estados, el nuevo gobierno ha pregonado que tendrá tolerancia cero a este tema.
En resumen: si Trump cumple, sería el desastre en muchos terrenos.
Pero por supuesto no podemos quedarnos esperando a que no cumpla. El triunfo de Trump nos obliga a volver a dar estas batallas, a buscar acercamientos, pero sin ceder en lo fundamental, a convencer a esos estadounidenses que lo respaldaron. A presionar para que demócratas y gobiernos estatales en EU se vuelvan sus contrapesos. A exigir que el gobierno mexicano —que en este tema está en su peor momento— no crea que la relación se limita al comercio, que no establezca una relación basada en el miedo y que haga, por ejemplo, lo que nunca ha hecho: defender a los mexicanos que viven allá.
Efectivamente, si no cumple sus promesas Trump no sería el primero. Pero no puede ser nuestra única esperanza.