Si uno mete en Google las palabras “dos millones de dólares” y “GIEI” salen más de 187 mil resultados. De ese tamaño ha sido la atención dedicada al gasto que significó tener al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes.
¿Es poco? ¿Es mucho?
No me atrevo a comprometerme con una conclusión. Básicamente, porque no se cómo convertir en dólares las aportaciones que hicieron los expertos a las investigaciones sobre lo ocurrido con los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Quizá es mucho porque seguimos sin saber qué sucedió con los normalistas, y esa era la misión principal del GIEI. ¿Tuvieron acceso a todos los elementos que necesitaban? ¿Tuvieron el tiempo para concluir la investigación? Ellos dicen que no, pero no se puede eludir ese hecho: no nos dijeron qué les pasó.
Pero creo que el GIEI cumplió objetivos que validan el gasto. Demostraron que la investigación de la PGR, presentada como la “verdad histórica”, estaba llena de mentiras y omisiones y presuntamente basada en torturas.
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Su participación permitió que la investigación se mantuviera abierta. Porque recuerden: el entonces procurador, Jesús Murillo, ya daba por cerrado el caso. Dijo que tenía “certeza legal” de que los normalistas habían sido asesinados, incinerados en el basurero de Cocula y arrojados en el río San Juan, y que en estos hechos habían participado policías municipales de Iguala bajo las órdenes del alcalde de ese municipio y de un grupo de narcos.
Lo sucedido en la noche, como lo probó el GIEI, es mucho más complejo: participaron policías de tres municipios, además de policías estatales y federales. El Ejército supo lo que pasaba y decidió –por razones desconocidas- no actuar.
Hoy sabemos, gracias a los peritos de fuego, que en ese basurero sólo se pudieron quemar 17 cuerpos. Peor: hay la posibilidad de que los restos hallados en el río hayan sido sembrados.
El GIEI logró darnos una narrativa más clara de lo sucedido: no fue sólo un ataque a los normalistas. Hubo dos camiones más –no mencionados en la “verdad histórica”- con normalistas que fueron baleados, perseguidos y secuestrados.
Y podríamos seguir.
El GIEI, insisto, logró que no se cerrara la investigación, demostró las inconsistencias y fallas técnicas de las autoridades (sea por ineficiencia o por dolo).
Su retiro, me temo, le abre la puerta al gobierno para olvidar la noche de Iguala, cuando hoy todavía no sabemos qué les pasó a los 43.
Nos toca a todos vigilar que no suceda.