Es peligrosamente común que dirigentes de Morena, el partido que encabeza Andrés Manuel López Obrador, hagan sentir a los opinadores que criticarlos es aliarse con la “mafia en el poder”. Su discurso parece resumirse a un “mejor ni se metan con nosotros”.
El propio tabasqueño y precandidato presidencial es –como todos sabemos- el principal acusador. Esto no es nuevo, así nos tiene acostumbrados: ante la crítica, descalificación y adjetivos.
Es cierto, habría que decir, en su mínimo descargo, que es común que a Morena se le carguen más las pulgas y que leamos algunos textos donde se les critica con una ferocidad que no se usa para hablar de otros partidos políticos. Y también es cierto que en las dos elecciones presidenciales anteriores hubo claramente una campaña en su contra.
Pero de eso a que sean intocables hay una gran distancia, sobre todo cuando sólo se piden argumentos y explicaciones.
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¿Dónde están los argumentos de López Obrador en contra de la Ley Anticorrupción que más de 600 mil personas respaldaron, más allá de los partidos? Sólo alcanzamos un tuit, que espero ustedes entiendan, porque yo no: “Ya están de acuerdo los partidos de la mafia del poder PRI-PAN-PRD-etc. para aprobar la Ley Anticorrupción antes de las elecciones. Falsos”. ¿Alguna propuesta, más allá de los discursos morales, para acabar con la corrupción?
¿Cómo le hacemos para reclamar la ausencia de democracia interna en este partido? ¿Cuándo discutimos el tono religioso-mesiánico del tabasqueño? ¿Qué quiere hacer en materia de seguridad, más allá de la salida fácil de “vamos a acabar con la pobreza” (que ojalá fuera posible)?
¿Podemos conocer sus objeciones a la reforma educativa? En una de esas estamos de acuerdo con él.
Y lo mismo pasa en los estados. ¿No habrá ningún costo para Morena por tener a la única legisladora que votó en contra del matrimonio igualitario en Campeche?
Nomás lean los argumentos de la diputada Adriana Avilez: “Va en contra de la naturaleza. No podemos juntar el agua con el aceite”.
Rumbo a 2018, cada vez habrá más reclamos a López Obrador. Me refiero a reclamos legítimos: ¿qué propone? ¿Aguanta un debate sin sólo adjetivar a su oponente?
Creo que todos aspiramos a que los candidatos no pidan su voto como acto de fe, sino respaldados en propuestas, programa, equipo… Ampararse en que “están conmigo o con la mafia del poder” niega el diálogo y el debate como herramientas consustanciales a la democracia.
¿Cuándo lo entenderá?