“Dos caras de la Moneda”, por @zolliker

Sol

Soy autodefensa y no por gusto. Es una necesidad para vivir. Antes de que recuperáramos el pueblo entre los vecinos, teníamos años sufriendo extorsiones, asesinatos, atropellos. Imagina. Salías de tu casa temprano. Ibas a trabajar. Pero antes de entrar a tu carro, ya habían pasado frente a tu propiedad, diez camionetas sucias, cargadas con tipos que portaban armas de alto calibre. Tenías que clavar la mirada en el piso porque sabías que si no lo hacías, corrías el riesgo de que te echaran pleito y tu fueras el próximo descuartizado.

En veces venía el ejército o la policía federal. Esto no es una gran ciudad, oiga. Somos pueblos chicos, nos conocemos entre todos. Sabemos dónde almuerzan y dónde pernoctan los gatilleros. Les decíamos a la autoridad, “ahí mero están”, pero la respuesta era: “nuestras órdenes son vigilar la carretera, no detener a nadie”. Figúrese nuestra pinche suerte. Desamparados ante el gobierno que decía en las noticias que aquí nada pasaba. Múdate, me dijo un comandante. ¿Pos a dónde si todo lo que tengo está aquí?

Y luego había que pagarles puntualmente. Mil pesos por cada vaca. Carniceros, quince pesos por cada kilo de carne. Tortilleros, cuatro pesos por kilo de harina. El del puesto del mercado, cien diarios. Familias entre cinco y 20 mil mensuales, dependiendo de los metros que tuviera de frente el terreno donde vives. Eso no era vida. Y como quiera, aguantábamos. Hasta que un día comenzaron a exigir derecho de pernada. Ahí si que no.

De pronto llegaban a tu casa y a punta de AK-47, culetazos y cachazos, te sacaban de tu propia casa mientras el jefe de la banda tenía que ver con tu mujer. “Está bien bonita tu niña, báñala y ponla guapa que al rato vengo por ella”. Secuestraron y violaron en un mes, a catorce chamacas que no pasaban de los 13 años. ¿Que  apoyamos a otros cárteles? Eso lo dice cualquiera cuya hija no está ahora embarazada de esas bestias.  ¿Quieren que depongamos las armas? Con todo gusto. Pero primero que venga el gobierno y nos cumpla: que agarren a los que sabemos son narcos y que nos brinden la misma seguridad que hoy hemos logrado nosotros solos. No andamos en esto por gusto, ya lo dije.

Águila

La ley es muy clara: ninguna persona puede estar armada en la vía pública, salvo que se trate de la fuerza del Estado. Para recuperar el orden de la plaza, tenemos que comenzar con lo más básico.

Sí, es cierto, las condiciones de seguridad en las que ésta gente ha estado viviendo, son muy precarias. La corrupción ha permeado lo mismo a ministerios públicos federales, que funcionarios estatales, que policías municipales. Pero no por eso, podemos permitir que la gente se haga justicia por su propia mano.

Tenemos pues, un plan. Vamos a revivir la zona. Pero primero necesitamos que se desarme la población civil. Así tendremos la certeza de que no están trabajando para algún cártel que desea ver pulverizada a su competencia. Así también, nos aseguraremos que no habrá rebeldías. Después, restituiremos el orden con apoyo del ejército. Se reabrirán las tiendas que habían estado sufriendo atentados. Se reabastecerá de gasolina. Montaremos un cine. Que de nuevo haya misa los domingos. Organizaremos eventos públicos y en una de esas, hasta haremos una nueva zona militar permanente aquí, con un General Brigadier a cargo. En fin, haremos todo lo necesario para que vuelva la zona, a su normalidad. Pero antes, ya lo dijimos, deben entregarnos las armas.  No podemos permitir que la población se arme en tropas paramilitares y se contagie a otras zonas del país, porque entonces sí, se instaurará la ley del más fuerte, al estilo del viejo oeste. Y entonces, todos perdemos.  Porque ya lo decía Gandhi: Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia.

(J. S. ZOLLIKER / @zolliker)