Dos de los mayores escritores que dio el siglo XX en las letras hispánicas celebran este año su centenario: Julio Cortázar, narrador argentino, autor de cuentos imprescindibles como “Axólotl” o “Continuidad de los parques”, así como el mexicano Octavio Paz, poeta y ensayista, Premio Nobel de literatura en 1990.
Paz fue un escritor viajero. Como diplomático, vivió varios años en la Francia de la posguerra pero también en la India, Japón y en Estados Unidos. Conocía muy bien la historia y la idiosincrasia de México y eso le permitió escribir uno de los más grandes ensayos que se hayan escrito sobre la personalidad y la forma de pensar de los mexicanos: El laberinto de la soledad.
A lo largo de su vida, se interesó por muchísimas disciplinas y sus temas abarcan desde la Guerra Civil Española o las cuestiones de arte y pintura, hasta la historia, la política y la economía. Por eso para el lector siempre será posible aproximarse a la obra de este autor multifacético. En el centro de toda su reflexión estaba la poesía y, como poeta e intelectual, estableció un diálogo entre la cultura mexicana y las otras culturas del mundo. Tanto su poesía como su reflexión política tenían un tema central que le sirvió de hilo conductor a lo largo de su vida: la libertad.
Por eso su obra poética se reúne bajo el título “Libertad bajo palabra”, título que tomó prestado de uno de sus primeros poemarios.
Su ensayo “El arco y la lira” es una historia de la poesía occidental nutrida de todo su conocimiento sobre el oriente. Un libro admirable que todo lector del género debe tener en su biblioteca. Tanto en sus textos como en “Vuelta y Plural”, las revistas que dirigió, mantuvo interesantísimas polémicas con autores como André Breton, Rafael Alberti, Albert Camus o Milan Kundera pero también con sus contemporáneos, los escritores del Boom como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez.
Sobre estos últimos escribió diversos artículos pero quizás sobre ninguno se expresó con tanta admiración como lo hizo sobre Cortázar en su momento.
Julio Cortázar nació en Bruselas pero pasó la primera mitad de su vida en Argentina. Primero en Buenos Aires donde estudió filosofía y después en provincia donde ejerció como maestro normalista. Era fanático del Box, del Jazz y de la literatura fantástica que practicó en la sombra durante muchos años hasta que se animó a presentar su cuento “Casa tomada” a la revista Anales de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por Jorge Luis Borges. Poco tiempo después publicó Bestiario su primer libro de cuentos. Justo antes de emigrar a Francia con su mujer de aquél entonces, Aurora Bernárdez. Como su novela Rayuela, que describe la vida de los inmigrantes sudamericanos en la ciudad de París, la vida de Cortázar puede dividirse en dos partes: Argentina (“El lado de acá”) y París (“El lado de allá”).
Tras su mudanza a Europa, Cortázar empieza a publicar de manera mucho más asidua. Durante los años setenta, tras el golpe militar en su país, Cortázar empezó una larga y apasionada militancia en la izquierda. La política lo distanció de su colega mexicano y lo convirtió en una figura polémica hasta la fecha.
Lo que nadie puede discutir es que sus libros, constituyen un territorio inconfundible dentro del universo fantástico. Un territorio donde las épocas y las dimensiones se comunican a través de pasajes invisibles, y donde el ser humano aparece con todas sus contradicciones. Llenos de humor negro pero sin perder la capacidad de enternecer al lector, “Historias de Cronopios y famas”, “Todos los fuegos el fuego”, “Bestiario” y su novela “Rayuela”, forman parte de los títulos imprescindibles de este escritor portentoso.
Tanto la obra de Paz como la de Cortázar supieron contribuir a la literatura universal con un sello único que ha influenciado a varias generaciones de autores y que, sin lugar a dudas, lo seguirá haciendo en el futuro.
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(GUADALUPE NETTEL / [email protected])