Unas horas después de que México obtuviera su boleto para el repechaje contra Nueva Zelanda por cortesía del más acérrimo de sus rivales, Martín del Palacio, analista deportivo, le dedicó una serie de muy sensatos tuits a nuestra selección. Mi favorito sugería dejar de buscar soluciones mágicas a los problemas del Tri y simplemente aceptar que estamos jugando de acuerdo con nuestro nivel. Muchos, me imagino, pusieron el grito en el cielo. ¿Cómo va a estar jugando a su nivel una generación con jugadores en la Liga Española y la Liga Premier; una generación que ha ganado dos Mundiales sub-17 y una medalla de oro en las Olimpiadas? Más allá de rachas (y las rachas existen), creo que el francamente modesto éxito de nuestros jugadores en el extranjero –después de Rafa Márquez- no implica que, comparativamente hablando, sean mejores que los jugadores mexicanos que teníamos en 1994, donde solo Luis García jugaba fuera de México. Aun tomando en cuenta la promulgación de la Ley Bosman, si hoy en día contáramos con Ramón Ramírez, Benjamín Galindo, Jorge Campos y Alberto García Aspe, ¿formarían parte de un equipo nacional o extranjero? De cualquier manera, creer que estar del otro lado del charco es sinónimo de excelencia futbolística todoterreno es simplemente ingenuo. Debemos dejar de exigirles de manera superlativa o siquiera pensar que son inamovibles los futbolistas que juegan en Europa. Y, sin duda, aunque se vale enorgullecerse de los éxitos logrados por las selecciones menores, es imperativo entender que esos no son logros de la selección actual, que atraviesa el peor momento desde la debacle de 1981. En lo único con lo que quizás no concuerdo con mi amigo Martín –y lo digo humildemente, a sabiendas de que soy un espectador más- es en creer que un cambio radical en el banquillo no ayudaría al Tri. Y no me refiero en específico a los jugadores: el mediocampo de México es una ecuación que ni Einstein resolvería. Me refiero al técnico, y lo sostengo aun después del show que ha organizado la Femexfut, donde al parecer todos los mexicanos acabaremos dirigiendo a la selección. En un episodio de la serie Seinfeld, George Costanza, perdedor de perdedores, un hombre que ha labrado su mala fortuna minuciosamente año con año, cae en la cuenta de que si se ha equivocado en todas sus decisiones lo único que debe hacer es actuar de manera contra intuitiva, es decir, hacer lo opuesto de lo que dictan sus impulsos. El resultado es inmediatamente exitoso. Propongo algo similar para la Femexfut. Hemos probado con técnicos mexicanos o forjados en México con resultados parecidos. Desde Mejía Barón sólo ha habido un director ajeno a nuestro futbol, el cartucho quemado Sven-Göran Eriksson. ¿No será hora de que para el ciclo que llevará al 2018 desembolsen una buena lana y contraten a alguien que llegue con ojos frescos, como Menotti hizo en su momento? O, mejor aún (y me voy cubriendo de las pedradas), ¿por qué no buscar a un técnico gringo, a alguien que se ha enfrentado contra nosotros, que nos conoce desde afuera? Es hora de ir en contra de nuestros propios instintos, sobre todo ahora que tal vez le debamos el pase al mundial nada más y nada menos que al fantasma de todas nuestras pesadillas: Estados Unidos.
(DANIEL KRAUZE / @dkrauze156)