Loose talk around tables
Abandon all reason
Avoid all eye contact
Do not react
Shoot the messengers.
“Burn The Witch”, Radiohead
Hace unos días, la escritora Katharine Viner publicó en el periódico The Guardian un artículo titulado “How technologies disrupted the truth” [Cómo la tecnología ha distorsionado la verdad]. Como punto de partida de su argumentación, Viner relata un episodio que sacudió la opinión pública británica en septiembre de 2015: una mañana cualquiera, los ingleses despertaron con una noticia que se esparcía como un verdadero virus por las redes sociales: de acuerdo con una biografía dedicada el exprimer ministro David Cameron, éste tuvo sexo con la cabeza de un cerdo muerto durante un rito iniciático de un sociedad de alumnos en la universidad de Oxford. Antes de que el Primer Ministro saliera a desmentir la ridícula acusación, ésta había sido compartida millones de veces por personas que creyeron en la palabra de una periodista del Daily Mail que citaba como fuente del escándalo a un miembro del parlamento (anónimo) que aseguraba contar con evidencia fotográfica del episodio necrozoofílico.
Apenas un día más tarde, la autora de la biografía admitió en televisión que no tenía pruebas físicas que respaldaran su acusación y que era muy posible que el rumor fuera absolutamente falso. Antes de dicha confesión, sin importar lo escandaloso del asunto y la total ausencia de evidencias, el público británico no tuvo empacho en asumir como cierta la historia simplemente porque le pareció entretenido.
El artículo de Viner pone el dedo en la llaga sobre la ultracomentada crisis de la prensa escrita (el colapso del modelo de negocio, la supeditación de la información veraz y confiable con respecto a la noticia veloz y sensacionalista, etcétera) y le da una vuelta de tuerca al ubicar en el todopoderoso Facebook uno de los epicentros de la crisis del periodismo mundial.
Según el artículo de Viner, mientras medios icónicos como el New York Times vieron sus beneficios caer 13% en el primer cuatrimestre del año, Facebook triplicó los suyos en el mismo periodo. Al concentrar el acceso a la información, Facebook no sólo rentabiliza el trabajo de otros, lo que pone en riesgo el trabajo periodístico confiable (entre 2001 y 2010 30% de los periodistas británicos se quedaron sin trabajo), sino que establece una forma de consumir (hago especial énfasis en el término) la información que tiene, al menos, dos grandes problemas: el primero de ellos es que el algoritmo que utiliza la red social para sugerir noticias que puedan ser relevantes para cada usuario está basado en las experiencias de lectura previas del mismo usuario. Es decir: la oferta de lectura que un usuario se encuentra, no pasa por un equipo editorial profesional, sino por un algoritmo que procura evitar cualquier cosa que pueda generar una sensación de disgusto con la experiencia de “estar en Facebook”. Más de lo mismo, es el lema que mueve aquello que promueve la red social.
LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE DIEGO RABASA: IMÁGENES DEL INCONSCIENTE
El segundo problema tiene que ver con la hegemonía que han adquirido hoy en día las estadísticas que registran las veces que un artículo ha sido visto o compartido. Perseguir el clic fácil, ha desviado el foco de aquellos que generan y producen contenidos, de zonas relevantes y trascendentes, vinculadas con la información valiosa y objetiva, a estrategias de corto plazo que persiguen la acumulación de visitas por la vía que sea. Como dice el académico Zeynep Tufekci, el fenómeno no es un asunto trivial y explica en buena medida la existencia de energúmenos políticos como Trump cuyo ascenso, argumenta Tufekci, es “un síntoma de la debilidad de los medios de comunicación, especialmente en cuanto a su incapacidad para establecer narrativas que puedan separar lo veraz y aceptable de lo que no lo es”.
En su libro El silencio de los animales. Contra el progreso y otros mitos modernos el filósofo inglés John Gray dice: “Los seres humanos no contrastan con hechos sus creencias y percepciones cuando éstas entran en conflicto. En su lugar, lo que hacen es reducir el conflicto mediante la reinterpretación de los hechos que ponen en peligro las creencias a las cuales están más apegados”. Gray plantea que nuestro pensamiento es una especie de crisol que filtra la realidad y la adapta a la medida y las expectativas de nuestro sistema de creencias. El periodismo ha sido históricamente una de las fuentes de acceso a la verdad más importantes para toda sociedad que aspire a estar informada. La carrera por las audiencias que permitan rentabilizar los medios, ha puesto en entredicho nuestra capacidad para contrarrestar la franca mentira, la propaganda y la manipulación como herramientas de persuasión masiva. La híper concentración de información o de poder jamás ha tenido consecuencias positivas. La crisis de los medios —y en términos generales la crisis de nuestro acceso a la verdad— tiene un vínculo directo con el imperio del “like”.