23 de septiembre 2016
Por: Diego Rabasa

Chavos Banda

Durante una estancia en Israel de un mes, tuve la oportunidad de convivir a fondo con uno de los escritores más célebres de aquel país: Etgar Keret. Para mi sorpresa, Keret —cuya obra ha sido multipremiada en decenas de idiomas— vive en un pequeño apartamento con su esposa e hijo. La razón por la que no se puede mudar de ese edificio es porque no sería capaz de dejar a lo que él llama su “familia ampliada”: sus vecinos. “Con las posibilidades de todos es más fácil enfrentar las carencias de todos”, me dijo con su habitual y natural sabiduría. En ese momento me quedé pensando que en el edificio en la colonia Roma (alerta hipster), en donde vivía en aquel entonces, no conocía siquiera el nombre de uno sólo de mis vecinos, salvo una pareja de amigos muy queridos que conozco desde hace muchos años. Mi superyó de “niño bien” siempre me ha conminado a ser amable con los demás. Ante cada “buenos días” recibía, con suerte, un leve arqueo de cejas. Hace sólo unas semanas, los amigos que aún habitan en aquella unidad me platicaron que un buen día por la mañana se despertaron con una nota debajo de su puerta que los conminaba a “hacer algo” para contener el llanto de su hijo de un año (“Cámbienlo de cuarto o algo”) porque el vecino no tenía por qué soportar un padecimiento (el llanto de un bebé) cuando no le correspondía.

El narcisismo y la frivolidad —exacerbados a través de esos perversos simulacros sociales que son las redes digitales— son dos de los rasgos más representativos de nuestra época. La ideología neoliberal se alimenta de personas que se saben vender y que ven en el otro o en la otra un peldaño para aspirar a subir en esa enfebrecida carrera hacia “algo más”. Lo sorprendente es que esta actitud egótica y sociopática se percibe de manera mucho más contundente entre personas que viven en entornos de suficiencia o abundancia.

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El deportivo Chavos Banda, ubicado en la colonia Agrarista en el corazón de Iztapalapa, es un centro comunitario formado hace poco menos de 15 años, que constituye una de las pocas expresiones esperanzadoras que esta ciudad ha producido en los últimos años. La ciudad de moda, recomendada a principios de año por el New York Times como el destino turístico número uno en todo el mundo, es cada vez más atractiva para el paseante y cada vez más inhabitable para sus ciudadanos. La implosión de la burbuja que mantenía un cerco para mantener a raya la narcoviolencia que devora el resto del país, de la mano de una nueva crisis ambiental, el sempiterno tráfico y las carencias estructurales de transporte público, hacen que la jungla de asfalto se tense de nueva cuenta —tras unos breves años de aparente tregua— en una atmósfera de inseguridad y, en última instancia, infelicidad para sus habitantes.

Chavos Banda se ha transformado en uno de los centros comunitarios de mayor relevancia en la ciudad y en un verdadero corazón para los habitantes de Iztapalapa. Además de fungir como un recinto que le permite a los jóvenes no estar en la calle expuestos a la violencia, Chavos Banda ha asumido un papel central en la formación de cientos de personas. Talleres de aerografía, capoeira, cine clubs, una biblioteca, una cancha de futbol, un espacio para practicar barra, clases de música y de dibujo, hoy en día permiten darle cauce al talento del barrio al tiempo que fincan dos valores clave en el desarrollo de cualquier ser humano: el sentido de comunidad, y el desarrollo de sus capacidades intelectuales, todo esto a través del arte y el deporte.

En su corta trayectoria, Chavos Banda cuenta ya con célebres representantes que en algunos casos han recorrido el mundo para exhibir su talento. Es el caso del artista del graffiti Koka que ha participado en bienales y exposiciones en Venecia o Amsterdam. El grupo de rap Santísimo Barrio es uno de las agrupaciones estelares dentro de la escena del rap y el hip hop en México. El Vampiro es una leyenda en el mundo de la barra.

Parte central del desarrollo de este centro comunitario han sido los festivales y eventos públicos en los que la música (el rock, el ska y el hip hop principalmente) han servido como puente para acercarse a poblaciones de jóvenes en circunstancias de riesgo. Este sábado, Chavos Banda albergará un nuevo evento masivo cuyo objetivo encapsula de manera puntual el espíritu del recinto: conseguir fondos para el transplante de riñón de uno de sus miembros más queridos: el famoso Becker. Más de 300 estudios estarán realizando tatuajes en las inmediaciones del deportivo. Además habrá conciertos de rock, transmisiones en vivo de periodistas culturales muy reconocidos a través de la radio comunitaria digital y exhibiciones de aerografía y barra.

El deportivo Chavos Banda es la encarnación de la fascinante capacidad para resistir del espíritu humano. Ubicado en lo que solía ser un lote baldío que fungía como campo de batalla para pandillas juveniles, hoy en día representa uno de los únicos bastiones de combate efectivos contra la descomposición social, el atropello institucional y la corrupción e inoperancia gubernamentales. Es también, un recordatorio, en estos tiempos de abyecto individualismo, de que la única transformación posible pasa por trazar espacios y proyectos en los que uno esté al servicio de su comunidad y no lo contrario.

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