Dice Naomi Klein en el texto “It was the Democrats’ embrace of neoliberalism that won it for Trump” [La acogida de los demócratas al neoliberalismo fue lo que hizo triunfar a Trump] publicado por The Guardian: “Culparán a James Comey y al FBI. Culparán a los actos de obstrucción para los votantes negros y al racismo que ello conlleva. Culparán a los seguidores de Bernie Sanders y a la misoginia del electorado. Culparán a los partidos alternativos y a los candidatos independientes. Culparán a los medios corporativos por darle tanta exposición y a las redes sociales por fungir como altavoces, y a WikiLeaks por sacar la ropa sucia”.
Pero, argumenta una de las estudiosas más importantes de la cultura contemporánea que hay en el mundo, todo esto es sólo una cortina de humo que cubre lo que se esconde detrás de la pesadilla que viven no sólo los estadounidenses, sino el mundo entero: el neoliberalismo: una ideología que, como dice el filósofo inglés George Monbiot, no sólo “ha desempeñado un papel protagónico en una gran cantidad de crisis: el colapso financiero de 2008-2008, las triangulaciones offshore de capital y poder, de las que los Panama Papers nos muestran sólo la punta del iceberg, el lento colapso de los sistemas de salud y educación públicos, el resurgimiento de la pobreza infantil, la epidemia de soledad, el colapso de los ecosistemas”, sino que “ha redefinido a los ciudadanos como consumidores”.
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El ascenso de la derecha, de la xenofobia y de los movimientos reaccionarios (ejemplificados este año en la trifecta brexit–“No”-Trump) está vinculado con un sistema que tiene al mundo fracturado en una verdadera lucha de clases. El individualismo extremo que impulsa dicha ideología ha dinamitado y pulverizado cualquier sentido de la colectividad, a través de un modelo asentado sobre la violencia implícita de colocar a los individuos en una permanente disyuntiva de “tú o yo”. No debe sorprendernos lo que estamos presenciando. Una de las emociones humanas más asociadas con la violencia es el miedo y éste ha sido el catalizador de las tres grandes debacles electorales que el mundo ha visto este año.
El problema, según plantean Klein y Monbiot, es que incluso plataformas políticas pretendidamente de carácter más progresista, como el partido Demócrata en los Estados Unidos, han contribuido a exacerbar la proliferación de este modelo y de esta ideología. Entre la sarta de disparates y estupideces de Donald Trump, sus opiniones sobre Hillary Clinton parecían, siempre, tener mucho sentido. Más allá del horror de la coyuntura actual, lo catastrófico parece ser que el modelo que ha causado todo esto no sólo no parece ceder en su impulso y penetración sino que continúa siendo propagado por gobiernos en todo el mundo cada vez con mayor furia.