Hace unos días el portal Horizontal (horizontal.mx) publicó un texto, llamado Las conspiraciones de la sociedad estadounidense según Morris Berman, que ahonda en los cuatro ejes que Berman ha trazado para comprender el comportamiento de las fuerzas políticas en nuestro vecino del norte. Estos cuatro ejes son (las citas le pertenecen a Berman): 1) la noción del pueblo elegido (“La idea esencial consistía en que era misión de Estados Unidos llevar la democracia a los pueblos del mundo”), 2) la religión civil (“El historiador Sidney Mead dio en el blanco cuando dijo que Estados Unidos era ‘el país con alma de iglesia’, en tanto que otro historiador Richard Hofstadter declaró que ‘ha sido nuestro destino como nación no tener ideologías, sino ser una’”), 3) la frontera interminable (“El American Dream sueña con un mundo sin límites en el que la meta […] es simplemente ‘más’”) y 4) el individualismo exacerbado (“La vida no trataría del servicio a la comunidad, sino de la competencia y la adquisición de bienes”).
En Sexto Piso publicamos en 2002 el primer libro de Morris Berman (que fue también el primer libro de la editorial), apenas un año después del atentado del 11 de septiembre. No obstante, el libro fue publicado en Estados Unidos unos meses antes de la caída de las Torres Gemelas. Aun antes del atentado terrorista —un indudable punto de inflexión en la política doméstica e internacional de los Estados Unidos y, en buena medida, en la geopolítica mundial—, Berman ya argumentaba que a pesar de que los Estados Unidos parecía estar en su apogeo como civilización y como imperio en realidad había comenzado ya su declive. Desde ese entonces, en Sexto Piso han aparecido cuatro libros más de Berman y un quinto está en proceso de traducción.
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El artículo de Horizontal me recordó la creciente vigencia de las tesis de Berman. Quizá la cercanía que tenemos con el autor no me había permitido dimensionar cuánto del grotesco espectáculo de las elecciones primarias en los Estados Unidos se encuentra predicho en su obra. En una conferencia que Berman impartió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en el 2011, el historiador norteamericano apuntaló una de las nociones centrales de su pensamiento, una en la que se distancia de las muchas voces críticas que existen en los Estados Unidos como Chomsky o Michael Moore entre muchos otros. Dice Berman que muchas de las voces opositoras “asumen que el problema viene desde arriba, del Pentágono y las corporaciones. Desde luego que hay algo de cierto en ello, pero el problema es que esta tesis descansa en la teoría de la falsa conciencia: es decir, la creencia de que estas instituciones han conseguido vendar los ojos del ciudadano norteamericano promedio, que en el fondo es racional y bienintencionado. De ahí que la solución sea educativa: quitemos la venda de los ojos y la ciudadanía despertará de manera espontánea y se comprometerá con alguna especie de visión popular o de socialismo democrático. ¿Pero qué pasa si en realidad la venda son los ojos? ¿Qué el supuesto ciudadano promedio en realidad quiere, como lo dijo célebremente Janis Joplin, un Mercedes-Benz y poco más? ¡Qué está agradecido con las corporaciones por dotarnos de océanos de bienes de consumo, y con el Pentágono por protegernos de esos horribles hombres de turbante que merodean por el Medio Oriente! En ese caso, las posibilidades de un cambio fundamental serían muy reducidas, ya que se necesitaría un conjunto de instituciones muy diferentes, y un tipo de cultura muy distinta”. Es decir, Berman pone el dedo en la yaga argumentando que en muchos sentidos las plataformas gubernamentales, la doctrina económica e incluso la política extranjera realiza un juego de espejos con la ideología dominante del ciudadano americano promedio.
El fenómeno Trump parece demostrar lo anterior. Uno de los argumentos que se escuchan más a menudo entre los seguidores del magnate es que “se atreve a decir lo que nadie más”. La base de los seguidores de Trump se encuentran en los white uneducated voters [votantes blancos sin educación], pero las elecciones del pasado Súper Martes han extendido su dominio mucho más allá de lo que cualquiera hubiera podido especular hace algunos meses. El epígrafe de El crepúsculo de la cultura american de Berman es de Thomas Jefferson y dice “Nadie puede ser ignorante y libre a la vez”. No parece haber mucha duda de que el talante reaccionario tanto del discurso de Trump como de sus acólitos descansa en una profunda ignorancia pero también en la revelación de un modo de vida que lleva incubándose décadas en los Estados Unidos y que desde ahí ha sido inoculado al mundo entero —de manera muy específica y determinada a nuestro país. Este modo de vida intolerante, ignorante, enajenado, individualista y voraz, que tiene en la acumulación su meta máxima y única, explica en buena medida las abominables clases políticas tanto en el país de Donald Trump como en el de Javier Duarte.