Durante la más reciente edición de la Feria del Libro de Oaxaca Margo Glantz recibió un merecido homenaje por su amplia, galardonada y trascendente trayectoria. Conocí a Margo durante una venta nocturna en el Fondo de Cultura Económica hace casi 10 años. Tuvimos una breve charla y nos despedimos. Pasó el tiempo y la próxima vez que me encontré con ella, me recordó el diálogo que sostuvimos casi palabra por palabra: fue ese el primer momento en el que pude asomarme a esa memoria portentosa que la constituye. La memoria —ese caudal de ficciones sintomáticas—, es especialmente importante en casos como el de Glantz que ha recorrido el mundo, civilizaciones y culturas con sus zapatos de diseñador y con el filo de una mirada salvaje y una erudición portentosa. Sea a través de los estudios académicos (muy posiblemente es la máxima autoridad sobre Sor Juana en todo el mundo), como cronista y periodista (las crónicas de viaje de Margo alcanzan los registros de gigantes como Bruce Chatwin) o como narradora, Margo ha cosechado, merecidamente, varios de los premios más importantes de nuestro idioma. No conforme con ello, también ha contribuido a derribar los muros de la misoginia que aún prevalecen incluso en entornos pretendidamente más progresistas como el artístico y cultural. Fue la primera mujer mexicana en ingresar a la Academia de la Lengua y fue también la primera mujer en recibir el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas.
Con el paso del tiempo Margo se ha transformado en una de mis amigas más queridas y, por supuesto, en una de las autoras más importantes de la editorial en la que trabajo. Pasear por su inagotable biblioteca, visitar el pequeño vivero que tiene en el estudio donde escribe y las comidas en su casa en las que terminamos explorando los últimos resquicios de su cava, han marcado mi vida. El privilegio de acompañarla en su sendero artístico, sólo es superado por el privilegio de su amistad. Complicidades como la que hemos trabado son existenciales en momentos como el actual, cuando parece que la soledad ha hecho nido en el mundo de forma ubicua.
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El primer libro de Glantz que publicamos fue Coronada de moscas, un texto que reúne la experiencia de sus viajes por la India. Viajar por los misteriosos confines de ese país —que es casi un continente— a través de los ojos y el pensamiento de Margo, logra la difícil tarea de hacer aún más fascinante la perspectiva de visitar aquella tierra.
Después vino Yo también me acuerdo, un libro hecho sobre la estela de los ejercicios previos de hombres y mujeres como Joe Brainard, Georges Perec, Zeina Abirached o Pier Paolo Pasolini. Una especie de autobiografía compuesta exclusivamente a partir de imágenes y recuerdos que comienzan con la frase “Me acuerdo”. Por el inventario de su memoria desfilan todos los grandes nombres de las artes y la literatura que constituyen uno de los muchos centros neurálgicos que conforman su maravillosa existencia. Pero también están asuntos nimios, detalles irrelevantes que en franca dialéctica con su mente brillante, tejen un paisaje de la vida como una experiencia tan absurda como trascendente.
Recientemente publicamos Por breve herida, para mi gusto una de sus obras capitales. Construida a través de 16 años, esta novela total recorre las preocupaciones de la autora por completo. Los dientes fungen como catalizador para que Glantz detone toda la potencia de su escritura. Hay memoria, saliva y sangre, hay viejos amores olvidados, músicos, pintores y escritores; está el cuerpo como ese agente a veces extraño, a veces enemigo, a veces liberador y está, sobre todas las cosas, la infatigable intención de Margo Glantz por extraer de la experiencia humana lo máximo que esta tenga y pueda ofrecer.
En su pequeño tratado sobre la lectura, Marcel Proust dice que el verdadero viaje es aquel que se realiza cuando somos capaces de ver el mundo con nuevos ojos. Cada libro de Glantz ofrece la posibilidad de descubrir zonas nuevas de la realidad, la existencia y las emociones. Sus libros nos dotan no sólo de nuevos ojos, sino de un nuevo espíritu para transitar por este mundo. Al interior de las páginas de Por breve herida Margo recuerda un verso de Paul Celan que sintetiza la fuerza creativa que le ha dado a sus miles de lectores. Dice Celan: «El camino de horas anduvo lo que dije. El camino de horas anduvo lo que callé. Anduvo y anduviste, por lo infinito anduviste, hacia adelante y hacia atrás, hacia ninguna parte, hacia la palabra, hacia allí». Allí, a donde va Margo con cada uno de sus libros, se encuentra la posibilidad de reconciliarnos, a través de la palabra, con el misterio que supone transitar por este mundo.