Ya desde hace tres años el filósofo Byung Chul-Han advertía que el dominio de la sociedad de consumo es tan amplio que las posibilidades de un cambio de rumbo (una revolución) son prácticamente imposibles. Se pregunta Chul-Han: “¿Por qué el régimen de dominación neoliberal es tan estable? ¿Por qué hay tan poca resistencia? ¿Por qué toda resistencia se desvanece tan rápido? ¿Por qué ya no es posible la revolución a pesar del creciente abismo entre ricos y pobres? Para explicar esto es necesario una comprensión adecuada de cómo funcionan hoy el poder y la dominación” “¿Por qué hoy no es posible la revolución?” (El País, 2014). Según el pensador surcoreano, la diferencia fundamental del sistema de dominación actual es que no es la represión la que elimina al “enemigo interior” sino la seducción. Los individuos avanzan voluntariamente hacia modelos de vida que exacerban los sistemas de privilegio, destruyen el planeta, segregan a los diferentes, etcétera.
Al participar de la lógica neoliberal que delinea las sociedades y las economías, los individuos, como bien ha apuntado Néstor García Canclini, han pasado de ser ciudadanos a consumidores que creen que, en el mejor de los casos, su compromiso político se reduce a ir a votar cada seis años.
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El brote de nacionalismo ramplón que ha despertado el fenómeno Trump desvía la atención de la responsabilidad que tiene el modo de vida individual en la realidad contemporánea. No hace falta siquiera enumerar los múltiples motivos que existen para repudiar tanto al gobierno mexicano como al norteamericano, pero al erigirlos como chivos expiatorios de la hecatombe nacional, nos eximimos de mirarnos como parte del problema, acto que no hace sino propagar el sistema de dominación actual y diseminar los esfuerzos por trastocar el orden.
Cuando Byung Chul-Han dice que el poder disciplinario “en lugar de generar hombres [y mujeres] obedientes, pretende hacerlos dependientes” está hablando prácticamente de todos y de todas las personas que de una u otra manera se adscriben a la carrera por la acumulación y sus pequeñas recompensas. La única forma de romper con esas cadenas de la dependencia al estilo de vida es a partir de una idea que ha sido uno de los grandes enemigos del pensamiento neoliberal: la noción de comunidad. Esto es algo que no se demuestra vistiendo de blanco y saliendo a caminar con las clases biempensantes para demostrar lo patriotas que somos, ni tampoco sacando pecho en las redes sociales, sino en la práctica cotidiana y en la concepción de que, en momentos de emergencia como los actuales, la forma en la que ejercemos nuestra vida individual es tan importante como la manera en la que participamos de la vida pública.