Para Papantla, el volador.
Tres consignas impulsaban la doctrina totalitaria del Gran Hermano en esa obra cumbre de la literatura que es 1984: “La guerra es la paz”, “La libertad es esclavitud” y “La ignorancia es fortaleza”. El objetivo del régimen era uno y uno solo: el control, la posesión total del cuerpo y la mente de los ciudadanos. Las últimas páginas del libro sellan con contundencia el mensaje: el hambre de poder no tiene límites.
De manera trágica, el mundo dibujado por Orwell ha exacerbado sus deformaciones poco a poco hasta llegar al punto en el que nos encontramos ahora. El mundo —no por primera vez— se encuentra en manos de un lunático resentido y megalómano que redefine aquella vieja máxima política del conmigo o contra mí. Guerras, desplazamientos masivos y una galopante inequidad conforman un caldo de cultivo peligroso que explica la actual atmósfera de violencia, ruido y estridencia. En semejante entorno, los espacios para la reflexión y el compromiso con el pensamiento adquieren talantes existenciales.
LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE DIEGO RABASA: MIRAR HACIA AFUERA
He tenido la suerte de observar desde primera fila el desarrollo de Máspormás en la redacción editorial de esta columna —que hoy cumple un ciclo e interrumpe su publicación— desde hace tres años. Una de las grandes “virtudes” del neoliberalismo radica en su capacidad de pulverizar cualquier afán colectivo. Aquella sentencia thatchereana que dice “la sociedades no existen, existen los individuos” fungió como nefasto presagio para una época en la que el egotismo es el éter por el que transitan las cada vez más rígidas y superfluas interacciones sociales. El equipo de colaboradores que este medio ha sido capaz de articular, sumado a su incansable vocación por renovarse, han hecho de él un verdadero frente que le planta cara a la realidad, alejándose de las retóricas autocomplacientes y victimistas.
Ha sido un privilegio compartir páginas con algunos de los más valientes y talentosos periodistas y escritores que nuestro país tiene. La irredenta libertad que estructura esta tribuna no sólo sirve como cauce para la denuncia, la ampliación de perspectiva o el humor, sino que representa un antídoto contra la sedición y el pesimismo. Atreverse a soñar con el futuro, en tiempos cuasiapocalípticos, es en sí mismo ya una hermosa osadía. Dedicar día a día a intentar pavimentar el camino que lo acerque, conlleva un ejemplo de lucha y fortaleza que no puede sino reunir con el paso del tiempo más inercia y más aliados. Agradezco profundamente este espacio, promotor de tantas y tan importantes y sólidas complicidades. Hasta pronto.