Para Elena con cariño y admiración.
Arrinconados ante la corrupción, la violencia y el cinismo; abrumados por las demandas del enajenante péndulo de trabajo-consumo propio del capitalismo voraz; indignados por la creciente desigualdad; abatidos por la impune hegemonía del dinero, muchos nos preguntamos con desespero ¿cómo y cuándo saldremos del abismo en el que nos encontramos? ¿Cómo hacer para no permitir que la estridente descomposición a nuestro alrededor nos anestesie la voluntad y los sentidos? ¿Cómo rescatar nuestro derecho a la dignidad, al goce, al ocio? ¿Cómo reconstruir un espacio en donde podamos vincularnos y en el cual las diferencias enriquezcan en lugar de que confronten? ¿Cómo no volvernos insensibles ante el horror y la injusticia? ¿Cómo resistir?
En su magnífico libro Los condenados de la pantalla, la artista Hito Steyerl explica que una de las consecuencias más graves de los periodos de crisis es que se pierde la vocación por el pensamiento y la reflexión. Ante la ira y el dolor se ejercitan reacciones que en su afán por conseguir catársis pasan por alto la promoción del pensamiento: el único instrumento a partir del cual podemos aspirar a regenerar las ideas sobre las que se fundamenta nuestro quehacer íntimo y social.
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Desde hace 11 años el festival de cine documental Ambulante ha encauzado buena parte de estas preguntas a través de un poderoso y ambicioso programa de proyecciones y actividades que representan un oasis en el desierto previamente descrito. Desafiando los lugares comunes que plantean que la cultura es un asunto de élites, han logrado llevar películas que promueven un entendimiento más amplio y profundo del mundo y los seres humanos. La onceava edición que comienza este fin de semana y que tiene como ejes conceptuales la interconectividad y la interdependencia, confirma la vocación vanguardista de un festival de clase mundial. Gigantes del cine como Werner Herzog, Paul Thomas Anderson, Laurie Anderson y Harun Farocki, entre muchísimos otros, configuran un programa que se compone de 104 cintas de 30 países —en donde cabe destacar que las directoras tienen mayor representatividad que los hombres—, que será exhibido en 39 sedes en toda la ciudad, desde museos hasta salas comerciales pasando por exhibiciones al aire libre, los FARO, la Cineteca, facultades y otros espacios de índole ecléctica que le permiten a Ambulante alcanzar públicos muy amplios y diversos.
Del Ziggy Stardust de Bowie a las minas en Mongolia, de las historias de empleadas domésticas sudamericanas en Madrid a las historias de migrantes africanos que utilizan la pequeña isla de Lampedusa como trampolín para escapar de la miseria, de Janis Joplin a periodistas mexicanos que buscan asilo político en los Estados Unidos tratando de ponerse a salvo de la narcoviolencia, de la historia de prostitutas en La Merced a una adolescente afgana que quiere convertirse en estrella de hip hop, el programa del festival, que incluye además talleres, una cartelera para niños, charlas y otros eventos (pueden consultar el programa completo de actividades en www.ambulante.com.mx) atraviesa la cultura como Borges sugería que había que hacerlo: a través de los siglos y de las latitudes, atravesando las fronteras, estableciendo puentes y conexiones entre civilizaciones distantes y remotas. Ambulante se ha convertido en un importante patrimonio cultural y artístico en nuestro país. A lo largo de su trayectoria ha logrado darle cuerpo y sustancia a las dudas e inquietudes que nos acucian al tiempo que nos ha permitido desarrollar lo que Marcel Proust consideraba como la única alternativa para transformar la realidad: atrevernos a mirar el mundo con nuevos ojos.