Yo y los otros

“Entonces tendría que renacer, transformarme… pero ¿en quién, en qué?”

Imre Kertész, Yo, otro. Crónica del cambio

 

“¿Y si hablásemos de otra forma de esas hordas desdichadas que huyen de la guerra y de la miseria? La literatura más antigua, la que nos ha formado e instruido desde hace miles de años, nos ha descrito la experiencia, desgarradora e inestimable, de aquel que abandona su patria y conoce el exilio. Es a él a quien debemos nuestro mundo y nuestra identidad, cuentan los Antiguos”. Así comienza el ensayo Migrantes, memoria del mundo del poeta y ensayista francés Frédéric Boyer, en el que, a través de la mirada erudita, cálida y entrañable que lo caracteriza, nos conmina a cambiar la perspectiva sobre el fenómeno del desplazamiento y la migración. Su recuento de cómo el desplazamiento le ha dado cuerpo a la civilización tal y como la entendemos hoy en día nos permite entender que, visto desde la perspectiva del tiempo, todos somos extranjeros.

La crisis en Medio Oriente, la eterna fuga africana producto de los lapidarios regímenes coloniales europeos en aquel continente, el desplazamiento de Centroamérica y México hacia los Estados Unidos, y muchos éxodos más que ocurren en el planeta, han producido varias de las desgracias y tragedias más dolorosas en la historia reciente.

Hace unos días murió el escritor húngaro Imre Kertész, premio Nobel de Literatura en el 2002. Su novela Sin destino, escrita laboriosamente a lo largo de un periodo de 13 años, aborda con una punzante y salvaje mirada crítica los fundamentos ideológicos sobre los que se cimentó la civilización occidental en el siglo XX, que tuvo como uno de sus emblemas el Holocausto, pasaje de la historia que Kertész presenció desde el vórtice durante su estancia en el campo de exterminio de Auschwitz, a donde fue enviado con tan sólo 15 años de edad. Dentro de su vasta y monumental obra hay un pequeño libro que aborda el fenómeno del desplazamiento desde la perspectiva de la identidad. A través de un viaje que realiza paralelamente a través de varias ciudades centroeuropeas y a lo largo y ancho de su memoria, en Yo, otro. Crónica del cambio, Kertész se pregunta dónde está constituido aquello que llamamos con total desparpajo el yo, cómo se transforma, dónde radica su cimiente, qué nos hace distintos a los otros y, quizá de manera más importante, qué nos hace semejantes.

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Estas preguntas son hoy más urgentes que nunca cuando la división, el rencor y la intolerancia son las materias primas que constituyen las relaciones entre personas que se advierten como distintas entre sí. Las diferencias no sólo son de nacionalidad sino culturales o socioeconómicas. El individualismo gana terreno impulsado por esta doctrina ideológica thatcheriana que dice “la sociedad no existe, existen los individuos”. Lo vemos no sólo en el problema de la migración sino en la conducta sociopática de los oligarcas, en la corrupción como sistema y como instrumento, en la violencia a gran escala pero también en la de la vida cotidiana.

Películas como La jaula de oro de Diego Quemada Diez y novelas como La fila india de Antonio Ortuño o Las tierras arrasadas de Emiliano Monge han capturado el horror de dichos fenómenos a través de las artes apuntando en la misma dirección que Boyer. La falta total de empatía ante las necesidades de los otros y el desprecio a los que son diferentes, constituyen un caldo de cultivo ideal para la descomposición y la violencia. Obras como las descritas anteriormente o como la del húngaro Kertész nos obligan a hacer un alto en el camino para recuperar una urgente sensibilidad que nos permita mirar más allá de nosotros mismos y de nuestros deseos y necesidades más inmediatas.

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